Tal vez será, que como siempre quise ser maestra, y nunca dejo de serlo, considero a la escuela un lugar sagrado. Cuando llega septiembre con uniformes y libros, a pesar del nasobuco, la responsabilidad y la disciplina, es un regalo.
Leí y escuché decenas de frases de los padres en contra de este reinicio del curso escolar, también a otros con criterios no tan felices, repletos de incertidumbres y miedos. Y, en verdad, fueron menos los confiados en que nada pasará, pues en cada centro escolar existe lo más importante: exigencia.
Una que otra reunión en el patio de la escuela, un par de llamadas telefónicas, algunas imágenes y las tantas veces que conversé con mi hijo acerca de su parte en el cuidado personal, para alejar a la dichosa enfermedad que nos tiene en vela hace meses, me traían paz.
Sin embargo, una foto me dejó sin palabras: un portón, cientos de alumnos sin poder entrar a su escuela… y cientos de padres aglomerados, mirando no sé qué, esperando no sé qué, sin las elementales medidas de aislamiento, con nasobucos como baberos, y habla que te habla… en tanto comenzaban a echar por tierra las medidas orientadas.
¡Así no se puede! La directora y los educadores pedían que abrieran, aunque fuera una brecha, para dejar entrar a los pioneros, higienizar sus manos e ir desconcentrándolos hasta llegar a las aulas. Todos “oían”, pero pocos escuchaban.
Seguía la aglomeración, que no fue excepción sino regla en la mayoría de los planteles de la enseñanza primaria, pues a los padres —quienes solemos exigir demasiado— a veces nos da por incumplir también demasiado. Ponemos en riesgo la vida, al menospreciar al coronavirus entre la muchedumbre.
¡Y llegó la policía! A miles de metros del lugar, sentí vergüenza ajena. ¡Qué pena con los maestros, quienes llevan días mezclando ideas de cómo aislar a sus alumnos, relimpiar sus mesas, repetirse ellos en una y otra aula, en una y otra sección de clases, para repensar o enseñar los contenidos y culminar un curso que debe acabar, porque la vida sigue y el período lectivo 2020-2021 espera.
Allí estaban los niños, sin saludarse por más que quisieran; deseando contarse todo, pero callados; sin quitarse su atuendo, ya tan fijo como la pañoleta; todos con su gel antibacterial o su alcohol… con su desinfectante personal y hasta toallitas para pasar a las mesas, muchos con jabón y otra toalla más.
¿Por qué entonces a quienes nos toca dar el ejemplo, apoyarlos, darles confianza en que todo saldrá bien, enseñarles cómo protegerse, damos la nota discordante el primer día de reinicio del curso?
¿No habremos ido a las mismas escuelas? ¿Dónde dejamos nuestra educación cívica? ¿No deseamos que esta historia termine al fin?
La escuela le hace bien a nuestros hijos. Saber y compartir les ayuda a crecer. ¿Cuántos de esos mismos que ahora piden recese de nuevo el curso fueron incapaces de sentarse frente a las teleclases para acompañar a sus hijos, o los llevaron hasta las colas, las fiestas…?
En lugar de obstaculizar el proceso, de ir en contra de los maestros que una vez más dan lo mejor de sí, pensemos cómo ayudar. Que nuestros hijos pasen de grado sanos y felices no será un logro solo de cada plantel; ahí estará el aplauso para la familia ¡Merécelo!
De acuerdo con su artículo 100%, y vengo a darle una sugerencia para un nuevo artículo; y que conste es mi humilde opinión. Por qué no se pone en práctica la venta de alimentos y artículos de primera necesidad en las tiendas por la libreta de abastecimiento, esto ha sido de gran aceptación en varios municipios; no entiendo por qué no se lleva a cabo en nuestra cabecera provincial. Eso está en las manos de las autoridades, y contribuye a la disciplina del pueblo. Gracias
La realidad verdadera estimada Yudaisi que el miedo para los que han tomado conciencia de la gravedad de la enfermedad es muy grande, pues como conocemos hoy se trasmite con mayor rapidez y no sabemos quien la puede tener o trasmitir por la cantidad de asintomaticos que cada dia se reportan por el Ministerio de Salud, ademas de que todos no hemos sido capaces de tomar todas las medidas sanitarias y de cumplir el protocolo de salud en la lucha contra esta enfermedad, y hoy las escuelas son un centro que puede convertirse en un foco si no se aplica todas estas medidas que no bastaria con la simple organizacion a la entrada y la aplicacion de un producto desinfestante o el uso correcto del nasobuco, esto va mucho mas haya y es a la propia organizacion del proceso docente educativo y cumplimiento de sus horarios y para ello es importante comenzar analizando si tenemos el claustro completo para cubrir todas las asignaturas y no dar brecha que los estudiantes se queden 45 minutos sin docentes. Nada que les toca a la direccion de cada institucion escolar replantearse como sera su funcionamiento en las nuevas condiciones actuales, pero que sepan los padres que cada uno de nosotros tenemos el deber, la obligacion y responsabilidad de la educacion de sus hijos y de contribuir a ayudar con el proceso docente educativo.