Para muchos la tormenta tropical Laura ya quedó en el recuerdo; sin embargo, para los trabajadores del Jardín Orquideario Soroa, en Candelaria, las especies afectadas, por pocas que sean, dejan huellas en aquel entorno de unos 35 000 metros cuadrados, con más de 20 000 ejemplares.
Desde meses anteriores, la COVID-19 había ajustado la entrada al Orquideario (de lunes a viernes hasta las 4:00 P.M.) y otras medidas rodeaban aquel entorno; ahora es Laura quien cierra las puertas, al menos durante una semana, y los pone a trabajar bien fuerte.
La tormenta tropical llegó, no como cualquier visitante admirado de tanta belleza y conservación, sino con sus ráfagas de viento capaces de dejar huellas imborrables en unos minutos. Ahora hachas y machetes, junto a una voluntad probada en eventos climatológicos anteriores, se disponen a resarcir los daños y devolver la hermosura del entorno.
Alexey Revol Soroa, jardinero del área de Reproducción, se bate junto a otros con un Triplay Americano (conocido como árbol hormiguero) de años en este lugar, que cayó encima de una Cycas revoluta, pues afectó estructuras de jardinería por el grueso de sus ramas y la altura del tronco.

Del otro lado, en los viveros, donde el día antes evacuaron unas 350 plantas de la colección que estaban en macetas, Yosdani Piloto desafía las alturas para restaurar parte del techado de tela de sarán dañado por Laura.
Mientras, hay quienes devuelven a sus sitios plantas guarecidas en refugios naturales del propio jardín, resguardadas para evitar interacciones entre ellas.
“Hay premura por regresar cada orquídea a su lugar, pues la humedad del suelo, las plagas y babosas pueden perjudicar la conservación”, explicó José Lázaro Bocourt Vigil, director del Orquideario, en tanto rememora los huracanes Gustav e Ike, de 2008, “con los que sufrimos pero aprendimos”, reconoce.
“Conocemos los lugares más vulnerables a los fuertes vientos y las persistentes lluvias, para minimizar su impacto. Hay crecimientos emergentes de ramas que canalizan el aire. Pese a no estar tan cerca de punta La Capitana, por donde Laura tocó tierra en el aledaño municipio de San Cristóbal, hubo árboles legendarios que perdimos y otros con daños parciales” asegura.
La mayor preocupación radica en las 48 horas sin electricidad en el laboratorio. “Pueden contaminarse más de 300 frascos de vitroplantas en vigilia, incluso con especies endémicas y muchas horas de sueño dedicadas a estudiar e investigar, al no contar con grupo electrógeno. El Ministerio de Educación Superior, al cual pertenecemos, prevé una inversión en paneles solares”, señala.
No hay tiempo que perder, cada quien tiene su tarea y van despejando de ramas y hojas las áreas de uno de los sitios más bellos de la provincia. Alistan el lugar donde también quinceañeras y novios apuestan por su festividad: el sitio donde el amor por las orquídeas marca cada paso.