La villa de San Antonio remonta sus orígenes en fecha leana en el tiempo. Tras la Rebelión de Jesús del Monte, la Marquesa viuda de Monte Hermoso adquirió unos terrenos en el Hato del Ariguanabo, donde quedaba la finca San Antonio Abad. Ya en esa zona al sur de La Habana se habían asentado algunos pobladores, alrededor de un río, justo en el Camino Real.
Desde los bosques circundantes se extraían maderas preciosas para vender a Europa, lo cual atrajo a los madereros a la zona. Incluso se dice que el gran Palacio de El Escorial fue construido con tales maderas.
La adquisición de estas 50 caballerías de tierra constituye el núcleo fundacional de la Villa San Antonio Abad.
Por esos tiempos ya existía la Taberna del Tío Cabrera y, con los pobladores asentados, se solicitó al Rey de España la fundación de la Villa como señorío jurisdiccional. Y la Real Cédula del 22 de septiembre de 1794 lo oficializó.
Se designó a Gabriel María de Cárdenas, segundo Marqués de Monte Hermoso, como fundador y Justicia Mayor. Comenzaba el desarrollo agrícola en la zona, a partir del cultivo del tabaco por los emigrantes canarios, y del café por los franco-haitianos.
El espíritu de rebeldía ariguanabense pronto se hizo sentir. Algunos de sus hijos tuvieron participación en conspiraciones como la de Soles y Rayos de Bolívar, la de Aponte y la de la Escalera. Vecinos del lugar también fomentaron la Conspiración de las Biajacas en 1896, por lo que fueron desterrados.
Luego, más de 100 se incorporaron al Ejército Libertador. Destacaron por su valentía Rosa María Magdalena de las Mercedes Martínez Iraidi, conocida como Rosa Robes, Patriota Insigne del Ariguanabo; el médico Daniel Gispert; los hermanos Vivanco (José Clemente alcanzó los grados de coronel); Jesús Planas; el médico coronel Matías Duque Perdomo y la familia Porto.
A inicios de la década del ’20 del pasado siglo, las luchas de los obreros llamaron la atención de Julio Antonio Mella, quien comenzó a frecuentar la Villa.
Así organizó el Círculo de Trabajadores y la Universidad Popular Jose Martí, y promovió el espíritu revolucionario para la creación del Partido junto a Carlos Baliño; los ariguanabenses Miguel Valdés y Emilio Rodríguez “Bullita”, formaron parte de su núcleo inicial.
Rafael Valdés Pérez, Julio Pérez, los mártires del Corojal, José María Pérez Capote, Rafael Trejo y Jesús Rodríguez Reinoso, dieron sus vidas luchando contra las dictaduras.
Al llegar 1959 nacieron las primeras milicias. De la villa de San Antonio partió el Batallón 164, que luchó en Playa Girón y capturó 214 prisioneros, con el apoyo de los aviones de la Base Aérea, bombardeada la víspera pero que propinaron duros golpes a los mercenarios. También hijos de estas tierras entregaron su sangre en Angola y Etiopía.
Por si no bastaran los nombres para la historia, otros muchos engrandecen la cultura cubana, entre ellos figuras de las artes plásticas como Eduardo Abela, el Premio Nacional de Artes Plásticas y Humorismo René de la Nuez, José Ramón de Lázaro Bencomo (Delarra), Rubén Suárez Quidiello, Ángel Boligán y Fredy Villamil.
La lista la ensanchan la vedette Blanquita Amaro, el cantautor Silvio Rodríguez, el cantante Ovidio González, los actores Julio Capote Cao (padre de la pantomima cubana), Pedrito Silva, Pedro Moreno, Yaremis Pérez, Náyade Rivero, Eilen Acosta y Justo César Valdés.
Tampoco pueden faltar científicos como Giraldo Alayón y Bernabé Ordaz; la escritora Ana Núñez Machín y el periodista Nicanor León Cotayo; deportistas como Guillermo Alfredo Torres (de tiro deportivo), Misleidis Lazo (atletismo) y el Andarín Carvajal.
San Antonio de los Baños, nombrada así años después de su fundación, debido a los famosos baños en su río, al que atribuían propiedades curativas, incluye en su gloria ser el pueblo más filmado del mundo, al acoger la Escuela Internacional de Cine y Televisión.
Mientras, la risa sirve de entretenimiento y arma contra los más diversos males al Museo del Humor, único de su tipo en Cuba y uno de los primeros creados en el planeta. Y en el Bosque Martiano del Ariguanabo crecen todas las plantas que menciona Martí en su Diario de Campaña. Igual en las afueras se ubica la Escuela Provincial de Arte.
La Villa de San Antonio celebra ya 226 años, con enormes razones para el orgullo y no pocas para la tristeza, por las grandes heridas en edificaciones que son sus íconos, como el Círculo de Artesanos, el Casino Español, el Ayuntamiento y la antigua Escuela de Monjas.
A quienes cantaban con plena satisfacción aquello de ser “de donde hay un río”, hoy les duele el curso agonizante del Ariguanabo y el deterioro de sus instalaciones recreativas y gastronómicas.
Pero San Antonio es el ejemplo por excelencia de la venta de productos de primera necesidad por la libreta de abastecimiento, lo cual satisface a sus casi 50 000 habitantes y despierta el deseo en otros de aplicar ese modelo. La Villa está de cumpleaños, tantos como sus virtudes y conquistas, y sobran motivos para celebrarlo.