Les escribí con una pantalla de por medio y a más de 40 kilómetros de distancia. Aun de esa manera, sentí cómo el cuerpo se me estremecía. Hablar de la COVID-19 en primera o segunda persona remonta a un contexto gris del que cuesta alejarse, incluso tras ordenar estas líneas para compartir experiencias sobre su amor y el verdadero rostro de la enfermedad.
Rocío de Melanie Viñas y José Cristian Figueroa se conocieron hace tres meses; desde entonces dicen ser los más románticos del planeta. Él es de La Lisa, La Habana y ella de Baracoa, Bauta. Aunque su amor se entrelazó en medio de la pandemia, decidieron sembrar más alegrías para que florezca hermoso, como merece todo el que espera de su media naranja lo inusual.
Son parte de esas cifras alarmantes que a diario preguntamos en el barrio o escuchamos en conferencia de prensa. Son el resultado de la amplia cadena de contactos que provoca el coronavirus… y tristemente víctimas de la irresponsabilidad de unos cuantos, luego de que en ese territorio artemiseño se abrieran dos eventos de transmisión local.
Quizás sus testimonios no están entre los más duros; ellos mantienen un estado de salud favorable, buena evolución y demasiado optimismo. Es una lástima no poder adjuntar sus voces en estas páginas, para que usted lo aprecie y —¿por qué no?— disfrute la complicidad de estos muchachos, a quienes tocó la mala dicha.
Según relata Rocío, antes de informarles sobre su contagio, visitaron bares y hogares de amigos. Comenzó a sentir fiebre de 37.5 grados, catarro y demasiada mucosidad. Su cuerpo estaba como derrumbado, sin fuerzas.
“Cristian me decía que no era malo, pero mi malestar apuntaba a otro diagnóstico. Al rato supe que una de las amigas que visité resultó positiva, y ya la tenían en aislamiento. Rápidamente decidimos ir al médico, para no involucrar a más personas. Quizás a ella se le olvidó mencionar mi nombre entre los contactos; entonces, había que actuar a tiempo.
“De inmediato nos remitieron a un centro de aislamiento. Ese día me puse perfume después de ducharme… y no sentí el olor. Se lo comuniqué al doctor, y me cambiaron a un área donde había personas con síntomas.
“Yo esperaba la noticia. Perder el olfato no es común. Mis padres se lo tomaron mal; ahora están un poco más aliviados: nos comunicamos y saben sobre mi salud. Cristian sí se preocupó; no lo recibió muy bien que digamos.
“A mí no me gusta juzgar el comportamiento de todos, porque la mayoría en un momento determinado no cumple las normas a cabalidad. Hacer una fiesta no fue lo correcto: encarnamos el ejemplo de cuán larga puede ser la cadena de infección en estos casos. Somos positivos a la COVID-19 y esto — te lo digo con el corazón en la mano— no tiene nombre”.
Al tener el resultado del examen PCR, el amor se separa por primera vez en su corto andar. A ella la remiten al Hospital Salvador Allende, mientras Cristian iba rumbo al Militar (Dr. Luis Díaz Soto).
Sus familiares aún no lo creían. La vida se tornó rara. De tan afligidos, no cabía el consuelo hasta tanto recibieron los primeros informes sobre su evolución favorable.
“Mi mamá al principio lloró muchísimo. No supe cómo ayudarla a sentirse bien a pesar de mi estado. Yo tenía miedo; apenas entendía lo que me estaba sucediendo”, recuerda Cristian.
“Rocío presentaba indicios de la enfermedad, pero yo estaba asintomático. Ya ambos recibimos el medicamento cubano, que nos dio alguna reacción, y te puedo confirmar que esto es negro: después de tanta libertad, acostumbrarse al encierro daña hasta tu salud emocional”.
Una vez dentro…
Pese a los bulos de medios independientes, la atención a pacientes positivos al SARS-Cov-2 es excepcional. En más de una ocasión lo hemos podido presenciar, gracias a la prensa cubana y los comentarios de protagonistas que lideran cada día esta terrible batalla.
“Las condiciones responden al contexto que vivimos —afirma Rocío—: buen trato médico y variedad alimentaria, aunque hay muchísimo calor, debido a los protocolos sanitarios. La comida es reforzada, incluso a veces me acuesto a dormir y me despiertan: ‘¡vamos, a comer!’ —sonríe.
“Se extraña a tu gente, pero no se puede hacer nada. Tenemos que estar aislados. Hay que cuidarse. Solamente pasar días aquí no es fácil: es demasiada la incertidumbre; nadie sabe cómo te va a tocar”, advierte Cristian.
“Es mejor estar tranquilos. Tengo una computadora para entretenerme. Hablo con mis amigos por WhatsApp, y pasan las horas que parecen meses. Tengo la hemoglobina alta y mis análisis no están del todo bien, pero sin pesimismo.”
Pese a la irresponsabilidad u otros factores que ciertamente no funcionaron como se esperaba, Bauta dejará muchos motivos para no confiar. Debido a estos eventos volvió a cambiar la realidad de los artemiseños. La casa y su fatídico estado en cuarentena deberían servirnos de ejemplo de lo que puede ser intolerable.
A Rocío y Cristian todavía les parece increíble hallarse en la larga lista de una enfermedad que tantos estragos ha ocasionado en el planeta; no obstante, creen en la medicina cubana, esa que ha trascendido y pone en alto la excelencia de nuestros profesionales.
Solo el amor salvará. En buenas manos ven pasar los días que ya nunca semejarán 24 horas. Teléfonos y cuatro paredes son su compañía en medio de la desgarrante posición actual.
Al despedir el chat, Cristian me aclaró con mucho énfasis un detalle: “Periodista, la canción Vida Nueva, de Yomil y el Dany, es mi oxígeno por estos días. No se olvide ponerlo en el reportaje. Es mejor interpretar su letra antes que después. Mucha fe.”
Intento descifrar la mejor manera de concluir, porque ellos, como ningún otro —ni siquiera los más irresponsables— merecen vivir una situación similar. A jóvenes tan optimistas no les basta el amor; ahora en pause prefieren seguir sembrando sentimientos, para que el día del encuentro brille tan alto su complicidad… como el precio de su confinamiento hospitalario.
Y mientras extrañan sonrisas, miradas, abrazos, consejos, bromas y sueños, asumen una distancia temporal conscientes de que el mañana será para siempre, sin temores.
Muy buen reportaje, felicidades al periodista. Hacen falta muchos testimonios como estos.
Bonito y interesante esta historia de estos jóvenes que a pesar de tantas angustia y incertidumbre el amor predomina cuidence
Es triste la historia de estos jóvenes víctimas de su propia irresponsabilidad, con tan corta edad quien les iba a decir que tendrían que vivir tan terrible realidad sólo quiero transmitirles que no pierdan la fe y menos los deseos de poder disfrutar de ese lindo amor que a penas comienza y nada simplemente que de los errores se aprende ya no hay lugar para juzgar la vida por si sola ha Sido dura con ustedes, y es una pena que tengamos que pasar por situaciones tan lamentables como estás para acabar de reflexionar e interiorizar que lo mejor es Quedarte en casa.les deseo una pronta recuperación.
Muy buen reportaje y me alegro de que se hagan testimonios asi para la toma de conciencia ellos son muy felices y todos les saldra bien porque se lo merecen pero al periodista le digo felicidades maravilloso escrito🙏🏻❤️