Nunca nadie ha puesto más empeño, emoción, fuerza, alegría y entrega en el voleibol femenino que nuestras Espectaculares Morenas del Caribe. Tampoco se ha visto jamás un dominio tan férreo de un equipo en los tabloncillos.
La historia dorada de nuestra selección nacional de voleibol femenino comienza en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959, cuando ganaron una de las dos medallas de oro obtenidas por Cuba en esa cita. Pero su gran salto llegó en el Campeonato Mundial de 1978, cuando destronaron a las japonesas, entonces dueñas y señoras del deporte de la malla alta.
En tierras de la Unión Soviética llegaron a la final del Mundial las cubanas y las llamadas Niñas Magas del Oriente, ya tricampeonas mundiales y dobles monarcas olímpicas; sin embargo, las caribeñas no creyeron en favoritismo y lograron una victoria épica. Ese día fueron bautizadas como Las Espectaculares Morenas del Caribe.
A nivel continental se mantuvo el inquebrantable dominio durante los años ´80, aunque a escala global solo resalta la presea plateada en el Campeonato Mundial de Checoslovaquia 1986, con Mireya Luis que acababa de dar a luz apenas tres semanas antes.
Esa sequía se acabó en la Copa del Mundo de Japón, en 1989, cuando lograron el título. Fue un torneo que marcó el despegue definitivo hacia la gloria de Las Espectaculares Morenas del Caribe; de ahí en adelante la gran mayoría se sellaría con victorias o medallas, excepto el Mundial de 1990.
Fue la generación de Mireya Luis, Regla Torres —elegida mejor jugadora del siglo XX—, Regla Bell, Magalis Carvajal y muchas otras, hasta llegar a nuestra Lily Izquierdo, imprescindible en aquel esquema de juego.
El llamado 4-2 o 6-2, indistintamente, dejaba locas las defensas rivales con dos pasadoras-atacadoras. Lo idearon los magos detrás de todas esas victorias: Eugenio George, seleccionado mejor entrenador femenino del siglo XX y Antonio “Ñico” Perdomo, su mano derecha.
La Copa del Mundo ganada en 1989 inició la racha de cuatro conseguidas al hilo por nuestras Morenas del Caribe. Luego se sucedieron los triunfos en las ediciones de 1991, 1995 y 1999, celebradas en suelo japonés, pero con reinas cubanas.
En los Grand Prix la historia no fue tan demoledora, pero realmente este era un evento menor. Los éxitos de 1993 y el 2000 hay que sumarlos a tres segundos lugares y tres terceros puestos, apenas faltando al podio en una ocasión desde 1993 hasta 2001: en 1999.
También hubo grandes lauros en Campeonatos Mundiales. Las cubanitas se llevaron los oros de las ediciones de 1994, al derrotar de forma espectacular a las anfitrionas brasileñas, y de 1998, con otro juego final ante las chinas, quienes las habían derrotado en la discusión del título en 1986.
Y qué decir de los Juegos Olímpicos, donde se agrandó la leyenda de las Morenas del Caribe, con triunfos en Barcelona’92, ante el equipo de la desaparecida URSS; Atlanta’96, con victoria definitiva ante China; y aquella épica remontada frente a Rusia en Sidney 2000, para completar el triplete histórico.
La estela de triunfos de las Morenas del Caribe se extendió una generación más, cuando un renovado equipo, guiado por Yumilka Ruiz y Zoila Barros, alcanzó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y tres años después batió espectacularmente a las brasileñas, entonces subcampeonas del mundo, en la final de los Juegos Panamericanos de Río 2007.
Ese y la medalla de plata del Grand Prix 2008, fueron sus últimos destellos de grandeza, una gloria que extrañamos muchísimo los cubanos.