Laura Sánchez Piñero integra la matrícula del país estimada en más de 110 000 estudiantes de Ciencias Médicas en el presente curso escolar. Desde su natal Candelaria participa activamente en pesquisas “casa a casa”: estrategia implementada por el Ministerio de Salud Pública para la detección de personas con infecciones respiratorias.
Pensé hallarla agotada, sin deseos de conversar, o aprendiendo, como suele encontrarse a los futuros profesionales de la Salud. Pero no. Estaba junto a sus compañeros después de entregar el parte diario; se le podía percibir risueña por sus gestos y ojos, no por la sonrisa que el coronavirus le obligó a ocultar.
A sus 21 años nunca imaginó ser parte de esta gesta humanista liderada por batas blancas. Resulta lógico; son circunstancias inesperadas.
En la bibliografía ha encontrado las más tristes ralladuras de nuestra existencia. Entiende perfectamente cómo batallar; sin embargo, la actual situación le ha robado parte de sus fuerzas para convertirlas en sustos y lágrimas que, asegura, pronto serán solo abrazos, besos, sonrisas…
Su historia es igual a la de otros valientes que detienen sus estudios para hacerle frente al virus. Cuando regresan a casa, aun sin poder apretar en ese instante a quienes residen con ellos, sienten redoblado orgullo por su misión, nacida del alma.
“Mis estudios los inicié en Artemisa, pero tuve necesidad de trasladarme. Hoy pertenezco a la Universidad de Ciencias Médicas Dr. Ernesto Che Guevara, de Pinar del Río. Conocíamos la existencia del virus. Nos reunieron y explicaron la necesidad de ir a nuestros municipios para realizar pesquisas.
“Fue una convocatoria voluntaria y altruista; de eso estábamos consientes. Yo sentí miedo, porque en ese momento no se conocía mucho; pensaba en mi familia, preocupada por el contacto diario, hasta que fuimos recibiendo más información sobre cómo enfrentarlo.
“En marzo comenzamos nuestra contribución, todos los días, generalmente de 8:00 de la mañana a 12:00 del mediodía, y en las tardes recuperamos las casas pendientes. Pese a tener centros de aislamiento, Candelaria no ha reportado casos positivos y, mientras disminuía la cantidad de población visitada, pudimos disfrutar de un día de descanso”, asegura Laura.
“Sabíamos el esfuerzo que requeriría la tarea. Por eso tomamos medidas para protegernos. A mí me asignaron gran parte de la avenida 31, zona de edificios con mucha población. Ya te puedes imaginar el cansancio, sumado el apoyo a mi familia y el estudio. Agota, es cierto, pero pienso en los médicos que luchan de frente; entonces, invento nuevas gotas de heroísmo para el día siguiente.
“Lidiar con todo tipo de personas es difícil (sonríe). Aun así preguntamos y explicamos las maneras de cubrirse al toser o estornudar, y las medidas higiénicas necesarias durante las fases. No podemos entrar a las viviendas ni realizar tratamientos a posibles enfermos.
“Ahora estudio pediatría: sistema respiratorio, neumonías, etapa lactante… Es un tanto complicado aprender sin compañía: no está el profe en la sala explicándote, no hay pacientes… cuesta un poco comprender. Yo prefiero hacerlo en grupo, pero no queda de otra.
“En las redes sociales hay quienes intentan opacar el éxito de nuestra realidad. Desprestigian cada labor e intento. No es más que el desprecio de quienes no viven estas circunstancias. Aquí estamos porque este es el futuro que elegimos. Y sonrío orgullosa, pues los estudiantes también le hicimos frente.”
Laura espera ansiosa el preotorgamiento de especialidades, detenido por la COVID-19. Pide el internado vertical de anestesiología, donde seguro será brava y valiosa como su instinto genuino de proteger y salvar.