Cuentan antiguos pasajes que “oscuridad” no puede combatir contra “luz”. Basta encenderla para que todo se ilumine y deje a su paso un arcoíris por donde desfilan, incluso, los malos momentos, el dolor y la desesperación.
Luego de conocer la historia de Andy Amador Martínez, quizá comprendamos por qué la vida debe colmarse de matices: a este pequeño le hizo mucha falta entender la espiritualidad de una melodía, la estridencia de un sonido agudo, la ternura de la música tenue de un piano, la alegría al descubrir la voz de un ser querido.
No intentaba descubrir qué se esconde del otro lado, sino disfrutar los sonidos de la vida, pues un silencio frustrante quiso apagar sus fantasías y esperanzas.
Nació con una discapacidad auditiva cuyas causas fueron difíciles de explicar, según describen sus médicos. Cuando debía aprender a correr, jugar y volver locos a todos en casa, visitaba una y otra vez consultas y laboratorios para romper aquella pausa sonora.
Su calma interior, a ratos insoportable, pedía abrir paso a ruidos, cantos y fonemas. Apostaba por regalar palabras; decir: “Te quiero”, “Estoy bien” y “Ya sé leer”.
“Al principio tuvimos nuestra sospecha. Pero solo lo supimos en el círculo infantil, al comunicarnos que no respondía a estímulos sonoros. Rápidamente consultamos a un otorrino en el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez, quien nos dijo de la pérdida auditiva detectada”, rememora Amílcar, el padre de Andy Amador, apenas sin poder contarlo.
“Fue un niño de difícil diagnóstico, porque tenía mucha lectura labiofacial; siempre fue muy hábil. Realizados los exámenes, decidieron remitirlo al Programa Nacional de Implante Coclear, y lo operaron.
“Su rehabilitación fue maravillosa: le permitió salir rápido del mundo del silencio. Lleva dos años y cuatro meses implantado, pero hace rato habla por teléfono y reconoce voces. Habitualmente eso sucede tras cuatro años de operado. Superó nuestras expectativas; Andy no parece tener un implante coclear. Nos sorprendió a todos”.
Cada día, luego de colocado el dispositivo, las primeras palabras que escucha las dice Merlin, su mamá. “¿Me oyes?” En segundos responde con un fuerte “¡Sí!”, y recibe los buenos días llenitos de colores.
El papá recuerda un detalle muy bonito. “Cuando Andy salió del salón y despertó de la anestesia, se vio la cabeza vendada, y su reacción fue quitarse la venda.

Entonces, pedí gasa para lucir como él. Fueron seis horas de cirugía: estaba asustado, pero seguro, porque yo tenía lo mismo en mi cabeza. Por su felicidad, cualquier cosa”.
Almas que saben salvar
El Grupo Nacional de Implantes Cocleares tiene su sede en el Hospital Pediátrico Borrás-Marfán y colaboradores en varias instituciones de la capital cubana, como el Centro Nacional de Neurociencias y el de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ), el Hospital Hermanos Ameijeiras y el Centro Internacional de Salud Las Praderas. Además, cuenta con subgrupos en todas las provincias.
De acuerdo con la doctora Sandra Bermejo Guerra, asesora nacional de audiología y jefa del servicio de cirugía compleja de oído e implante coclear, “generalmente estos pacientes son remitidos desde sus provincias, donde un equipo conformado por audiólogos, pediatras, psicólogos y logopedas diagnostican previamente su discapacidad.
“Para colocar un implante coclear se realiza una cirugía, a través del hueso temporal del cráneo, que permita un acceso directo al oído interno.
“Una vez allí, se coloca un dispositivo que lanza estimulaciones eléctricas, directas a este, y se estimulan las fibras del nervio coclear desde el caracol. Esta tecnología ayuda a escuchar, a personas con sordera neurosensorial de severa a profunda.
“Todavía se estudian causas por las que ocurre la sordera. Un 50% son de origen congénito y genético; otras se adquieren tras el nacimiento, por patologías del oído o medicamentos empleados”, apunta Bermejo Guerra.
“Cuba ofrece atención, diagnóstico, rehabilitación y tratamiento gratuito a personas con prótesis auditivas. Un implante (sistema) se obtiene por un precio de entre 15 y 20 000 euros en el mercado mundial, y la operación cuesta entre 25 y 60 000 dólares, según el país. Aquí se garantizan recambios y actualización tecnológica a partir de los cinco años, sin costo alguno.
“Tenemos 501 personas implantadas. Esta pequeña pero poderosa nación es una referencia en América Latina, y aun entre países del Primer Mundo que también practican esta técnica”, subraya la doctora.
La escuela… más sonidos
A Andy Amador no le fue difícil adaptarse a la escuela y compartir con sus amiguitos. Cursa segundo grado en la primaria Carlos Rodríguez Careaga, de la cabecera provincial, donde dice estar a gusto, aprender mucho y jugar como los demás.
“Ese es el ambiente que debe sentir siempre un niño con este tipo de discapacidad: armonía e inclusión en cualquier actividad”, asegura la Máster en Ciencias Lien Vega Díaz, jefa del departamento de enseñanza especial de la dirección provincial de Educación.
“Tratamos que en las escuelas exista un logopeda para apoyar la labor de nuestros profesionales y, al mismo tiempo, facilitar su superación. También insistimos en cuestiones que le corresponde conocer al maestro, como su ubicación dentro del aula y la lectura labiofacial.
“A partir de indicaciones médicas, trabajamos en conjunto cinco etapas que el niño debe vencer: detección, identificación, diferenciación, discriminación y comprensión. Andy casi cumple todas, gracias al esfuerzo de sus padres y especialistas.
“Nuestros niños están involucrados en el perfeccionamiento de la educación. Participan en actividades complementarias fuera del contexto escolar… y cuidan la tecnología del implante, muy costosa en el mercado internacional.”
Andy Amador tiene una mascota que le acompaña incondicionalmente, que igual lleva su implante, usa pañoleta y nasobuco, que observa a su lado las teleclases, salta, sonríe y en la noche aplauden juntos a nuestros médicos.
En su corazón, como en su vida, no cabe ya el silencio. ¡Jamás tendrá espacio! Gracias a este país y la voluntad inagotable de ofrecer una atención gratuita, Andy Amador encuentra sonidos y dibuja con colores los rincones más oscuros que un día intentaron desafiar su alma.
