¿Quién dijo que no?. Después de la proeza, de haber puesto el pecho cerquita de la muerte, después de la distancia, de los abrazos y besos pospuestos, de la emoción de haber salvado vidas, las lágrimas les están permitidas, porque reflejan añoranzas, felicidades y ganas de abrazar por primera vez en mucho tiempo a los hijos y familiares que quedaron lejos mientras ellos salvaban al mundo.
El güireño Luis Enrique Lemus Padrón, El Fabuloso para sus más cercanos, es uno de los valientes de la Brigada Médica Henry Reeve que fueron recibidos este fin de semana en sus hogares a lo largo y ancho del país.
Las banderas de Italia y Cuba le acompañaban no solo en sus manos, también en su corazón, pues por aquellas tierras dejó historias de vida y salvación en medio de tanta muerte causada por la COVID-19.
El hombre al que un liberiano había llamado el “asesino del ébola”, regresó al hogar nuevamente victorioso. Allí, Laura Acosta, la esposa, y las autoridades del municipio, le recibieron como ya es costumbre, junto a los hijos Luis Enrique y Maura, además de Fermín, un padre que vive orgulloso de las proezas repetidas de Luis, quien de vez en vez sale a darle un beso al mundo y nos lo devuelve más sano.
En la pequeña y emotiva bienvenida a la que asistieron Mirurgia González Osoria, presidenta del Consejo de Defensa de Güira de Melena; Eduardo Chiong Velázquez, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba en la provincia y otras autoridades, Meyvis Estévez Echevarría, primera secretaria del Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas, hizo entrega de un reconocimiento en nombre de su organización. Similar gesto llegó de manos de representantes de Salud Pública y de Colaboración Médica.
Al igual que él, a otros dos artemiseños les dieron la bienvenida en sus barrios: el enfermero de Cabañas Lariel Laza Cárdenas y el doctor marieleño Yordanis Oliva.
Como las del resto de sus compañeros, las palabras de Luis Enrique fueron de agradecimiento, y yo las devuelvo en reversa. Sí, porque los valientes de verdad nunca creen grande su proeza y agradecen, pero los agradecidos, quienes de verdad les debemos gratitud eterna, somos nosotros, los que tenemos un mundo un poquito mejor gracias a ellos.