Dicen que cuando una mujer se rinde es porque ya venció. Quizás por eso, las obreras del taller de talabartería 106 de Bahía Honda no se permitieron cansancio alguno hasta el jueves pasado, cuando terminaron las 16 700 caretas para los médicos que enfrentan la COVID-19.
Con esa tenacidad especial tan propia, desde cada puesto de trabajo cumplieron su tarea: marcaron, recortaron, pegaron, martillaron… armaron una por una las caretas a razón de aproximadamente mil diarias, desde el 6 de mayo.
Inspiradas en la importancia de esa labor y en disponer de un establecimiento más amplio y ventilado, respondieron como de costumbre, con empeño y calidad.
Hace casi una década se especializan en producir estuches Bebito. Esta vez sería otra la encomienda, pero el mismo resultado, aunque contaron con apenas 29 de los 54 trabajadores, pues el resto son vulnerables a la COVID-19: superan los 65 años o son mamás con niños pequeños.
El año anterior en el establecimiento de Thaba cumplieron el plan sin dificultades. Ahora no podía ser distinto, cuando Cuba ha colocado en la primera línea del combate por la vida a su personal de la Salud, y a las mujeres (mayoría) y hombres de este taller corresponde garantizarles un medio esencial para protegerse.
La agilidad de Bárbara Kessell y Arelis Boza motiva al colectivo liderado por Maribel Vigoa, tropa dispuesta y curiosa que desde 2019 ganó la condición de entidad con Cultura Industrial al Detalle, otorgada por el Grupo empresarial de la Industria Ligera.
¿Qué sigue en este momento? Volver a confeccionar mochilas pequeñas o el encargo que les depare la disponibilidad de materias primas en el país. Demostrar una vez más su eficiencia, su esmero, la poesía de unas manos que ayudan a proteger el presente, porque —como decía Rubén Darío— sin la mujer la vida es pura prosa.
Y salvan mientras crean
Un poco antes, ya desde el 27 de abril, las rutinas productivas del taller 104 de Candelaria cambiaron por una razón generosa.
Con la propagación del virus SARS-Cov-2, causante de la COVID-19, sus hombres y mujeres —en composición reducida— también dedican cada jornada a la confección de caretas paramédicas, modelo 720-1, para que nuestros profesionales de la salud estén protegidos mientras salvan.

Más de 14 000 ya han sido entregadas a centros asistenciales de Mayabeque y Artemisa. La cifra resume las 1 060 diarias que envasan en bolsas de 20 unidades bajo la marca Thaba, grupo perteneciente a la Industria Ligera que produce mochilas, bolsos, maletas y otros renglones de la talabartería en el país.
“Desde inicios de año presentamos dificultades con la entrada de materia prima; no obstante, asumimos esta producción alternativa de importancia, para que cada médico realice sus funciones sin riesgo. Lo hemos logrado porque insistimos en la calidad de cuanto sale de nuestras máquinas y manos”, aseguró Yaremi Hernández, la directora.
La careta está compuesta por un PVC transparente (plástico a partir de la polimerización del monómero de cloroetileno- policloruro de vinilo), tiras de esponja a fin de hacer más confortable su colocación en la parte frontal y elástico de 30 milímetros. Todos estos materiales los reciben de la capital cubana.

“Con solo 27 obreros en producción, mantenemos el cumplimiento de la tarea que, además, permite el cobro íntegro del salario y otros pagos por concepto de estimulación”, afirma Hernández.
Colectivo vanguardia en ocasiones anteriores, destacado por su compromiso y siempre al frente de cualquier llamado, hoy glorifica la labor de nuestros médicos, al contribuir con sus propias manos a la contención del virus.
Semanas atrás igual confeccionaron nasobucos y batas, como aporte, sin reportar economía a su salario, para quienes laboran en los centros de aislamiento, principalmente aquellos que no descansan en el campismo La Caridad y en la Villa Soroa.

También batas blancas
Esta misión ha sumado a mucha gente consagrada, capaz de convertirse en retaguardia oportuna de quienes combaten al coronavirus de frente, sin que medie tanta distancia, justo en el vórtice de la batalla.
Otros dos talleres, en San Antonio de los Baños, pertenecientes a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Confecciones Ariguanabo, abastecen de productos de lencería al sector de la Salud.
Luego de cumplir la entrega de nasobucos, sus costureras asumen la confección de 30 000 batas y gorros sanitarios para médicos y enfermeras, además de 12 000 pijamas.
Hubo un imprescindible ajuste de plantilla, como en otros centros similares; sin embargo, la producción no se detiene, declara Rolando Rodríguez Fernández, jefe de Planificación de la UEB. “Sí se paralizan los demás pedidos, en respuesta a las urgencias productivas para enfrentar la COVID-19”.
La Fábrica 102 Abel Santamaría se mantiene en la vanguardia respecto al cumplimiento de sus planes. Maida Aguilar, su administradora, subraya que en el primer trimestre de 2020 alcanzaron el 287 por ciento en unidades físicas y el 159 en valores, una prueba palpable de dedicación.
En muy corto tiempo, las costureras del taller, ubicado en la calle 74 del Ariguanabo, aprendieron a confeccionar batas para el personal de la Salud.
“Nuestras trabajadoras son muy aguerridas, muy consagradas a su labor. Entienden la situación que viven Cuba y el mundo, y saben cuán necesarias son en este momento”.
Por tanto aún resuena el eco de que la Abel Santamaría fue elegida como sede para celebrar el Día del Trabajador de la Industria Ligera y lanzar la convocatoria al Primero de Mayo, en San Antonio. Por estos días allí escriben nuevos versos, sobre ese tesón y celo que distingue a las mujeres… y resguarda a tantos cubanos.