Las tierras de Artemisa proveen viandas, hortalizas y frutas para la población; en correspondencia, estas pequeñas fábricas deben surtir
mercados y puntos de venta con sistematicidad.
Mermeladas de frutabomba y guayaba a 60 pesos, así como rodajas de piña en almíbar a 65, envasadas en cubetas medianas con capacidad para 3,3 kilogramos, constituía toda la oferta del área de minindustria del Mercado Agropecuario Estatal del municipio cabecera el miércoles último.
Marlén Lorenzo Chapotín, dependienta de este apartado, revela la poca aceptación de este formato entre el pueblo, ocasionada por los precios.
“Muchos prefieren elaborarlas en casa, o comprar la piña”, refiere, y las cifras encienden la alarma, porque el día de nuestra visita, en horas de la tarde, solo había vendido una cubeta, y desde el viernes 29 de mayo, cuando recibió la mercancía procedente de la minindustria Villa Roja, conocida como Badón, había expendido tres mermeladas y dos dulces de la reina de las frutas.
Esta artemiseña reconoce la demanda de las barras y cremas batidas de guayaba que ofertan, a veces a cuatro pesos cada producto, sin olvidar el vinagre (diez pesos el litro) y el puré de tomate, casi en extinción. Pero desde la reapertura de la minindustria el 16 de mayo, tras varios meses cerrada por reparación, apenas abastecieron en dos oportunidades el punto de venta municipal.
Ante este panorama, acudimos a la UEB de Producciones para el Turismo y la Exportación Villa Roja, a conversar con Florencio Roque Toledo, director de la Empresa Agropecuaria Artemisa, quien nos puso al tanto de la remodelación, consistente en el revestimiento de la estructura metálica de la edificación, el cambio de pisos y desmonte de azulejos en la zona de elaboración.
“Las paredes llevan ahora un estuque sobre el cual debemos aplicar pintura engomada; mas, la humedad lo ha impedido”.
Estos cambios los exige un proyecto de la cadena Agrofrutales, por un costo de 4,8 millones de pesos, a fin de instalar una nueva línea de producción que incluye marmitas y mesas nuevas de acero-níquel para el beneficio de las frutas, entre otros componentes.
Aunque reciban nuevos equipos, conservarán los de siempre en el procesamiento de vegetales, y algunas frutas no contempladas en el proyecto, pues hasta la fecha este solo prevé frutabomba, mango y guayaba, afirma Roque Toledo.
Mientras llega la nueva línea procedente de Europa, laboran en la construcción de filtros sanitarios y levantan el lugar de etiquetado, acciones que buscan ampliar el alcance hacia el futuro, con garantía de mayor inocuidad, condiciones de trabajo y confort para la comunidad aledaña.
Según Roque Toledo, aprovechan un receso en las labores constructivas y hacen pequeños lotes. “Tenemos el combustible a mano para cuando concluya la rehabilitación, y encargamos envases más económicos al Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (GELMA(; estas cubetas nos cuestan 18,50 pesos”, indica Florencio.
Sin embargo, el desabastecimiento de conservas en la ciudad cabecera bien podría paliarse con apoyo de otros municipios de tierras muy fértiles. El pueblo reclama que siropes, adobos, encurtidos y otros renglones lleguen también a los puntos de venta de las formas productivas, no solo algunos sábados, cuando el director señala que distribuyen surtidos a granel, por las calles.
Espejos necesarios
Habrían de mirarse en el espejo de La Güireña, minindustria ubicada en ese municipio del este, que surte ampliamente de productos al Mercado Agropecuario Estatal, a unidades recaudadoras de divisas, varios puntos de venta en el casco urbano e incluso a uno propio, en áreas de la instalación.
Pese a que su capacidad de producción apenas supera una tonelada diaria, llegan hasta dos, al procesar alimentos aun de noche. “Varias de nuestras líneas no se detienen: elaboramos encurtidos, dulces y mermeladas el año entero”, sostiene Miguel Abraham Romero, el director.
Igual los distinguen los siropes, el vinagre, la crema de guayaba y el puré de tomate. “¿Abastecimientos estables? Para nada. Ni conservantes ni envases. ¡Suerte la gran capacidad de frío: podemos congelar 64 toneladas!
“Obtuvimos mil cubetas de Labiofam, pero no alcanzan para responder a la demanda de la población. Tampoco la garantizamos con los que nos entrega GELMA. Trabajamos todo el día elaborando para satisfacer al pueblo.
“A veces también falta el azúcar. Los productos del campo sí están, siempre… y la disposición de trabajar de los 96 trabajadores. Ellos ganan a destajo y por resultados, muy por encima de 2 000 pesos este mes, en correspondencia con el sobrecumplimiento de los planes.
“En los tres primeros meses del año tuvimos ventas superiores a tres millones de pesos, de esos medio millón en utilidades”, declara con orgullo.
Afuera, ya había carros en espera de cargar la producción de la noche anterior. En el punto de venta, Martha Fernández y Aníbal Azcuy compraban mermelada de mango y puré de tomate, como aseguran es habitual en ellos. Y en el mercado climatizado confirmamos el abastecimiento y la aceptación de los surtidos procedentes de La Güireña.
Mientras, Sandra Valle, Máximo Quintana y el resto de sus compañeros, pelan, pican, cocinan, cargan… hortalizas, vegetales, viandas y frutas frescas “para contribuir con el pueblo en un momento tan crucial”.
En el otro extremo de la provincia, y luego de una nueva interrupción de enero a marzo, en La Pureza, el segundo trimestre de 2020 pudiera ser el despertar tan anhelado de esa minindustria.
Cierto que la irregularidad ha caracterizado a esta pequeña fábrica perteneciente a la Empresa Agropecuaria de Bahía Honda, con capacidad para producir una tonelada diaria.
Aun así, sus mermeladas y pulpas de guayaba y mango, dulce de frutabomba troceada, pasta de tomate, encurtidos y el caldocín, comienzan a llegar a los ancianos mediante el Sistema de Atención a la Familia (SAF), a las unidades de Comercio, a Educación y a los diversos puntos del Mercado Agropecuario Estatal.

Orlando Quiñones dirige al reducido colectivo de 13 trabajadores, esperanzado en finalmente andar a toda máquina, sin más paradas. La víspera de nuestra llegada, la Empresa Cítricos Ceiba le había dado el visto bueno a una prueba para elaborar vinagre criollo y condimentado.
Caprichosa, siempre presente
Hay empeños admirables que valen oro, máxime si se traducen en alimentos para el pueblo… y mucho más si contribuyen a que nada se pierda en los campos y todo llegue a la mesa de los artemiseños, en formas más elaboradas y sabrosas.
Esta es la razón de ser de La Caprichosa, la minindustria que poco a poco se cuela en los hogares alquizareños y gana adeptos en otras regiones de Cuba, principalmente con su producto estrella: el adobo.
Mucho se ha escrito ya de esta entidad productiva, de su estabilidad, valores rentables y presencia permanente en el mercado de la localidad, con variadas ofertas que incluyen mermeladas de frutas de estación, vinagre, encurtidos, pastas, purés o salsas condimentadas. Pero ante la Covid-19 se impone volver, por el esfuerzo de un pequeño colectivo que no tiene horarios si de producir se trata.
La campaña del mango, justo en su fase inicial, obliga a extender las jornadas. Miguel Reinaldo Páez, fundador y trabajador directo en la producción, confirma el compromiso propio y de sus compañeros de no parar mientras haya materia prima.
“Trabajamos de 12 a 14 horas diarias. En apenas dos días, procesamos 16 guacales de mango; hay que estar en la faena hasta procesar la última fruta”.


Su satisfacción no estriba solo en el salario, superior en dependencia de cuanto produzcan, sino también en el destino de las producciones: la mesa de sus coterráneos, necesitados de adquirir alimentos en tiempos tan difíciles.
Igual pasión hallamos en la joven Yelenis Rivero Espinosa, graduada de técnico Medio en Elaboración de Alimentos. Había hecho prácticas en la entidad y se quedó. Ahora aprende cosas nuevas cada día; la rotación por las áreas y el intercambio con los más experimentados le han aportado muchos conocimientos.
Compromisos, más allá de planes
Aunque, como cualquier entidad, La Caprichosa tiene planes productivos, se empeñan en pasarle por encima a esos números con la voluntad de hacer más y mejor; de ahí la innovación constante, la búsqueda de nuevos productos para elaborar y el imperativo de la calidad.
Luis Orlando Macurán, su administrador, revela datos que lo ejemplifican: de 30 toneladas pactadas para mayo, a mitad de mes ya acumulaban 27.
Abastecen diariamente hasta dos veces el mercado del municipio, y procuran llegar a los asentamientos, justo cuando la suspensión del transporte de pasajeros impide a los habitantes de otras comunidades llegar hasta el pueblo. La experiencia que comenzaron en el poblado de la playa Guanímar les mostró cuan necesaria era su contribución, y el pueblo lo agradeció mucho, asegura.
Muy perseguidos por estos días son los siropes que expenden a granel en el propio MAE. Fresa, maracuyá, limón o naranja son sabores demandados, por el precio atractivo y la calidad del producto.
Israel Pérez García, director de la UEB Minindustria, Turismo y Exportación, de la Empresa Agropecuaria Alquízar, explica que otro empeño radica en elaborar pulpas de mango y guayaba con destino a la producción de helados por la industria láctea en la provincia. Planean congelar tajadas de mango para disponer de esta fruta todo el año.
Como en sus similares, el mayor problema son los envases. Al redactar estas líneas, solo disponían de pomos de cinco litros, lo cual encarece el producto final. No obstante, recurren a alternativas como emplear bolsas de nailon o vender a granel.
Así podemos encontrar con sistematicidad en el mercado alquizareño: mostaza, mermeladas de guayaba y mango, adobo, vinagre, vegetales encurtidos, yuca pelada congelada, kétchup, salsa condimentada, siropes y masa de croqueta.
Hoy no producen jamones y ahumados por falta de cerdo, pues los problemas para la alimentación animal han provocado que la carne escasee.
Además de sus encargos habituales, realizan ferias a trabajadores de entidades y organismos, previo contrato, y algunas de sus producciones tienen como destino final la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
Ese afán distingue a los trabajadores de la minindustria La Caprichosa, un centro que no detiene sus producciones; al contrario, se crece en tiempos decisivos.
Y eso precisa cada una de estas pequeñas fábricas: tesón y soluciones, pues el autoabastecimiento alimentario resulta vital, en medio de un bloqueo arreciado y una pandemia que ha puesto en jaque al mundo entero.


