¡Qué blanca su piel, qué blanca!
¡Qué negra el alma, qué negra!
¡Qué desgarrón desintegra
la vida negra que arranca:
vivir una muerte franca
por un color moribundo!
Su pena la puso el mundo:
son odios sobre la piel…
un barco lleno de hiel
y en el alma un mal profundo.
África que mueres tanto,
tantas veces repetida,
hasta morir se te olvida
de tan oscuro tu llanto.
Traigan tus dioses un manto
a esclavizada barraca
donde la justicia arranca
y en oración hoy se integra.
¡Qué negra el alma, qué negra!
¡Qué blanca su piel, qué blanca!
Jesús Puldón Lóriga