Cuando la idea de ayudar a los adultos mayores ocupó el pensamiento de algunos, quizás nadie imaginó el movimiento juvenil #TeDoyMiMano en redes sociales y bodegas que sucedería a la entrega de las credenciales.
Desde la semana anterior el humanismo se adueñó de las calles, y ahora se devuelve en bolsas cargadas de fármacos y alimentos para los más necesitados: nuestros abuelos, quienes viven solos o sus acompañantes no están en condiciones de salir en busca de lo necesario.
El levantamiento realizado en la provincia indicó que 1 218 ancianos necesitaban ayuda de los jóvenes. Así llegaron las manos del destacamento juvenil #TeDoyMiMano y las de trabajadores sociales, quienes por estos días recuerdan las jornadas de la Batalla de ideas y la Revolución energética.
Según Mercedes Martínez Avello, jefa de secretaría del Gobierno Provincial, la situación más compleja radica en Güira de Melena y San Antonio de los Baños: allí asignan cuatro o cinco abuelos por cada joven.
“En este censo intervinieron los factores de la comunidad rectorados por el delegado; son quienes mejor conocen la situación casa a casa”, indicó la administrativa.
Mientras, Meyvis Estévez Echeverría, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas en la provincia, está convencida de que el cansancio no resulta una opción para los más de 265 muchachos que integran el destacamento #TeDoyMiMano .
Humanidad vs. vulnerabilidad
A la caimitense de 88 años Ofelia Peraza —conocida en el barrio como “Fella”—, la pandemia la ha dejado sin salir de su casa, al estar en el grupo de más riesgo. Por suerte para ella y para todos los adultos mayores, siempre hay una mano amiga y joven dispuesta a ayudar.
En su caso es Gretel Frenes, quien cambió su trabajo como Especialista Municipal de Asistencia Social, para apoyar en esta tarea en su zona de residencia: se ha convertido en la “mensajera” de casi una decena de vecinos, quienes le agradecen a diario su disposición a colaborar.

“Para nosotros es de gran importancia la labor realizada por jóvenes como Gretel; los adultos mayores no podemos estar en la calle debido a esta dura situación. Ellos garantizan nuestra seguridad. Le doy muchas gracias a ella por ayudarme y permitir que me quede en la seguridad de mi casa”, afirma agradecida Ofelia.
Igual les sucede a Nancy García y Pablo Hernández, unidos en matrimonio hace casi 60 años, vecinos de calle 50B, en Toledo, Artemisa. Hasta su hogar llega con frecuencia Leonela Martínez, cantante del grupo Kolao, integrante de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la ciudad capital y del destacamento #TeDoyMiMano.
“Yo siempre estaba en la calle resolviendo todo. Ahora es complicado: al permanecer en casa, dependemos de alguien más”, cuenta Nancy, a quien los ojazos azules le brillaron cuando vio llegar a la joven cantante con sus medicamentos.
“¡Imagínate, estoy como preso dentro de la casa! Tengo muchas ganas de reanudar mis rutinas y sentirme útil de nuevo, aunque entiendo que estoy mejor aquí”, dijo Pablo, de 72 años.
“Tenemos tres hijos, pero viven en Las Cañas, La Matilde y el otro en Guanajay; por lo tanto, estamos superfelices con Leonela. Es una acción muy altruista lo que hacen estos muchachos”, confiesa.
Nuria Zaragoza, de San Antonio de los Baños, es menor de 60 años; sin embargo, está identificada como persona altamente vulnerable, por haberse operado recientemente de una radical de tiroides y padecer problemas inmunológicos, sabe que debe evitar las infecciones respiratorias agudas.
“¡Qué suerte la mía de haber nacido en Cuba, donde la salud de los seres humanos ocupa un lugar importantísimo!”, comenta mientras busca la libreta de abastecimiento para que Gricel Rodríguez le haga los mandados en la bodega.
Asegura nunca antes haberla visto por el barrio. Le bastó saber que la joven forma parte del proyecto #TeDoyMiMano, del cual también se benefician su cuñada Célida Díaz, de 64 años, y su suegra, Elia Urbana, de 86.

Tampoco Elia se muestra resabiosa, a pesar de su avanzada edad. Eso sí, le explica una y otra vez a Gricel en qué bolso colocar cada producto, hasta percatarse de que la muchacha cogió todas las señas.
No obstante, aunque muchos abuelos reciben ayuda aún quedan adultos mayores como María Elena Márquez (78 años), vecina de Artemisa. Ella vive con su hijo de 48 años quien padece de retraso mental y aunque en su libreta constan cuatro personas las otras dos viven independientes. “Por aquí no ha pasado nadie y ¡muy bien que me vendría! Mi situación es compleja. Yo trato de resolver como puedo y apegarme a la medida pero al final termino saliendo de casa porque debemos alimentarnos”.
Aida y Felicia: dos guerreras
Golpes constantes a la puerta anuncian buenas noticias. Ya Aida Escudero, una guanajayense de 93 años, sabe que pertenecen a Greidys Miranda, la instructora de arte que —pese a no vivir en el barrio— le hace más fácil y duradera su vida en estos días de pandemia.
“Trato de cuidarme y no salir de casa. Lo hago, además, por mi hermana, postrada en cama debido a una úlcera varicosa. Esta idea de los muchachos del proyecto #TeDoyMiMano verdad que nos ha cambiado los días para bien”, comenta Aida emocionada.
“Greidys se encarga de cuanto yo debía hacer en la calle: mandados de bodega, carnicería y farmacia, una ayuda impagable, porque no nos dejan salir ¡con razón! Si mi hermana necesita curas, ella va al consultorio del médico de la familia y lo comunica, para traernos el material.
“Estoy muy agradecida por tan noble labor; casi arriesgan sus vidas y se enfrentan a una enfermedad que ataca a todos. Verla en mi hogar nos hace felices porque, encima, nos contagia de su entusiasmo; parece no agotarse.
“Si necesito que me cargue un cubo de agua, lo hace; si requerimos su presencia, llega de inmediato. No me puedo quejar de la joven. Ella nos eligió”, añade conmovida.
En esta obra de héroes también están los vecinos de Alquízar. Aunque todos necesitan de la ayuda joven, la misión más difícil la tienen en casa de Felicia Echeverría, de 87 años, a mediados de la calle 94.

La historia de esta guerrera es triste a niveles incalculables. Rosabel (de 60 años), la menor de sus hijas, a los nueve días de nacida presentó complicaciones cerebrales… y quedó con retraso mental desde entonces.
La mayor, Sara (de 65), estudiaba Derecho en La Habana, y a los 24 años sufrió un derrame cerebral. Se recuperó un poco y siguió peleando por terminar; su esfuerzo era sobrehumano: ya en cuarto año, tuvo que dejar la carrera.
Después estudió para hacerse técnica de nivel medio en Agronomía. Reubicada en la textilera Alquitex, trabajó mientras pudo, pues aparecieron epilepsias.
Y el varón falleció aún joven en un accidente de tráfico. Así que Felicia y sus hijas son ayudadas por los vecinos, por una iglesia y desde siempre por la Revolución, ahora especialmente por los jóvenes.
Arlety González, de 20 años, estudiante de tercer año de Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de La Habana, es quien las apoya, al llevarles sus medicamentos controlados y visitarlas casi a diario.
Además, tienen a un muchacho de mensajero para los mandados. Y Yordan Quesada, miembro del Buró Municipal de la UJC, en más de una ocasión ha pedido que no duden comunicarles si necesitan algo más.
Ahora encaminan gestiones para incorporarlas al Sistema de Atención a la Familia. Lo necesitan, y así la tranquilidad enraizará en sus vidas.
Felicia, Aida, Pablo y un sinnúmero de abuelos encontraron nuevos nietos, gente que les llena las manos y les ensancha el corazón de agradecimiento. Cada semana, mientras dure esta pandemia de la cual ya hasta el nombre duele, estos jóvenes generosos, valientes, solidarios… del destacamento #TeDoyMiMano, romperán las reglas, ofrecerán su mano desinteresadamente y, al final del día, habrá más abuelos a salvo y felices.
POR SAILYS URIA, ALEJANDRO LÓRIGA, OSNIEL VELAZCO, MYRLA PIZARRO Y ODALIS ACOSTA