De casa en casa, en la cola de la farmacia, al tanto de la elaboración y distribución de los alimentos a los más vulnerables, donde las necesidades materiales y espirituales lo exijan, ahí están los trabajadores sociales.
Ayudar a los demás es su mayor vocación. Les signa el impulso de entregar tiempo y fuerzas a decenas de tareas, e interceden ante las instancias gubernamentales por quienes precisan de un poco de amor.
Como aventureros conocieron parte del archipiélago cuando la Revolución Energética, una experiencia única para la artemiseña Melissa Albízar Lavandera, de 35 años. “Durante tres meses distribuimos equipos electrodomésticos, e intercambiamos con personas muy atentas, que hasta nos cocinaban en el barrio”.
Pero las misiones no terminaron. La atención a las dinámicas comunitarias pasaría al centro de su intensa labor, agrupados en unidades de Trabajo Social en cada municipio.
Monitorean el desarrollo del Programa Educa a tu hijo, visitan las instituciones de su entorno, atienden a niños que reciben ayuda alimentaria, a los que presentan problemas escolares, mediante la alianza CAM-Mined, y a los incluidos en la tarea Victoria, impulsada por el Minint.

Se preocupan por las madres con tres o más hijos, pacientes postrados, inquilinos de casas con piso de tierra, discapacitados adscritos o no a las asociaciones y deambulantes, entre otros grupos sociales.
Comprueban el vínculo laboral de jóvenes egresados del Servicio Militar Activo, entregan recursos aprobados por las direcciones locales de Trabajo y Seguridad Social, ante las cuales gestionan ayudas económicas a tono con las urgencias de quienes las requieran.
Podría afirmarse que nada les resulta ajeno, menos ahora. En medio del azote de la COVID-19, en el municipio capital “se incrementa el servicio a domicilio del Sistema de Atención a la Familia (SAF), con 242 usuarios en cuatro comedores”, explica Yenia Madera Hernández, segunda jefa de la Unidad.

Sendos vehículos de las empresas provinciales de Transporte y Comercio distribuían al mediodía, la pasada semana, desayuno, almuerzo y comida a los 90 comensales del SAF El Guarina, a lo cual prestan atención estos médicos del alma, como les llamara Fidel.
A Laritza Zamora Jiménez la encontramos fiscalizando la cocción, cumplimiento del menú y del gramaje establecido. Ya en la tarde, muchos visitan a los beneficiados para conocer sobre la calidad del servicio… y, una vez en la semana, la dirección de la Unidad de Trabajo Social verifica la entrega, asegura su jefa, Yadira Sánchez Fuentes.
“Ahora puedo cuidarme al máximo, porque me traen la comida”, confirma el septuagenario Armando Calderón Serra, residente en el edificio conocido como Ocho Plantas. Hace 20 años vive solo y, aunque se encuentra fuerte, fue recién incorporado al SAF por Melissa.
Tampoco ha quedado abandonada Elia Andrea Díaz Rodríguez, de 70 años, coordinadora de los CDR en la edificación. “Tanto la trabajadora social como los vecinos me alcanzan la canasta básica, los medicamentos y otros artículos de primera necesidad”, a fin de mantener a salvo a nuestros abuelos.
Del tamaño de sus corazones
La joven candelariense Mirtha María Cruz Moreno se graduó de trabajadora social en 2006, pues gusta de tratar con niños de bajo peso, discapacitados y personas longevas.
Mirtica, como le llaman, piensa que, en el ejercicio de su profesión, hay que estar colmado de mucho amor para entregar a quienes atiende. Ellos la ven como parte de la familia, y ella les corresponde.
Por estos días gestiona algunas de sus necesidades. Asiste a adultos mayores, entre ellos a la abuela Silvia Almeida, quien confiesa que le ha robado el cariño, y la considera una hija. Mientras, Amelia Ruiz exalta las bondades de esta muchacha pequeña de estatura, pero de gran corazón.
No olvida Mirtica a Pablo Páez Herrera, de 27 años, discapacitado mental que aún actúa como un niño, porque las historias más difíciles son también su especialidad.
Ya lo demuestra Melissa, por la confianza ganada a Marianela Alonso Almora, madre del pequeño Lester Osniel, víctima de una Parálisis Cerebral Infantil, y Arelis Pérez Ferrer, de Bahía Honda, consagrada al octogenario Inés Marciano Martínez Sandoval, con discapacidad visual agudizada por la edad, e insuficiencia renal.
Para Arelis este señor no es un anciano común, sino un ser muy especial, capaz de mantener el carácter afable y cariñoso, pese a no tener hijos y vivir solo hace cuatro años, tras la muerte de su madre.
Junto a una asistente social, Arelis le mantiene la casa limpia, recogida y pintada; garantiza su alimentación mediante el SAF, una buena higiene personal, satisfacción y alegría. Más que una tarea, entraña un privilegio que agradece cada día de estos últimos 13 años.
Amargo pero dulce
Hay recuerdos desgarradores como la vida misma, ingratitudes e incomprensiones de quienes no le han pagado al trabajador por un artículo comprado a su nombre, o los ofenden amparados en una supuesta razón: miserias más humanas que materiales. Sin embargo, nada puede opacar en Artemisa el esfuerzo de Mileydi Pérez Pérez por adquirir medicamentos para alguien que no lleva su sangre, o el interés de Gisel Monterrey Alonso por la alimentación adecuada de los más humildes.
Nada minimiza los riesgos asumidos en Guanajay por 17 muchachos que montan encima de camiones o tractores, caminan y sudan para llegar a 136 abuelos, unidos a brigadas de la Unión de Jóvenes Comunistas, precisa Yadira Rodríguez Vázquez, jefa de la Unidad de Trabajo Social en la llamada Villa Blanca.
Sus ejemplos se multiplican en los 243 trabajadores sociales que hoy protagonizan el enfrentamiento a la COVID-19 en el territorio, donde existen casi 10 000 núcleos vulnerables, conformados por ancianos solos, personas con discapacidad o madres solteras con tres o más hijos, apuntó Bernardo Sánchez Menéndez, jefe del Departamento de Prevención, Asistencia y Trabajo Social, del Gobierno Provincial.
El 58 por ciento del total de comensales de los comedores del SAF en Artemisa supera los 60 años, en situación de precariedad, y son atendidos por 190 de estos soldados.
De acuerdo con Bernardo, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social estudia la posibilidad de mantener algunas de estas medidas, tras el coronavirus, como el traslado de alimentos a los más longevos, con dificultades motrices.

Además, “ya comenzamos a cobrarles las chequeras a los jubilados, de conjunto con las oficinas de Correos”, agregó el funcionario.
Muchos trabajadores sociales tomaron la senda de la solidaridad en las primeras etapas de la vida, y se aferran a ese camino, contra todos los pronósticos. Nadie dijo que sería fácil, pero ¡resulta tan hermoso saberse importante para alguien! ¡Es tan gratificante recibir una sonrisa en medio del dolor! Ellos no escatiman cariño, solo por un poco de respeto y colaboración.