El Campamento Internacional Julio Antonio Mella, ubicado en las afueras del pueblo de Guayabal, en Caimito, ha sido centro de noticia en infinidad de ocasiones, sobre todo porque su sede acoge, desde 1971, a brigadistas del mundo entero que desean conocer sin intermediarios la realidad cubana tal cual es.
Pero ahora otro tipo de solidaridad (o quizás la misma) se cuece en los hermosos predios de este campamento, perteneciente al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), pues desde finales de marzo se convirtió en centro de aislamiento con carácter provincial, para atender a pacientes sospechosos de la COVID-19.
Al llamado de las organizaciones políticas, del Gobierno y la dirección de Salud Pública en el territorio, la respuesta del ICAP fue inmediata. Y, con paso urgente, la dirección del campamento puso recursos y todo su personal en función de afrontar un flagelo de muy alto costo, en cuanto a vidas humanas principalmente.
Sobre esta rápida transformación, Amaury Menéndez Santana, subdirector del campamento, declaró que, apenas recibir luz verde para asumir la tarea, crearon las condiciones necesarias al equipo médico y a los pacientes recluidos allí: en eso los trabajadores del Julio Antonio Mella han obtenido notas de sobresaliente desde hace ya décadas.
Amaury dejó en claro la eficiencia con que se mueve cada pieza que incide en el positivo desarrollo de la vida dentro del centro de aislamiento: zona roja (más peligrosa) y zona amarilla (menos) muy bien delimitadas, equipo médico en constante vigilia y cuartos con la cantidad exacta de pacientes (dos a lo sumo).
Además, aludió al cumplimiento de lo dispuesto para el tratamiento y la estancia obligatoria de los pacientes y el equipo médico durante 14 días.
A eso se suma el esfuerzo consciente de Cubataxi, con choferes sin horario de apertura ni cierre, la disponibilidad de ambulancias para enfrentar cualquier urgencia, las llamadas constantes y visitas por parte de las autoridades sanitarias, y el suministro seguro de alimentos procedentes del municipio y la provincia, como frutas, viandas, cárnicos, embutidos…
Es un resultado que, sin dudas, ensancha la magnífica historia del campamento, ahora envuelto en otro tipo de evento solidario, que, a fin de cuentas y bien mirado el asunto, también tiene la vida plena del hombre como principio y destino.
La salud tiene la palabra
El espigado doctor Jovalsán Orta González, especialista en Medicina Interna y director del Centro Médico de Aislamiento, es un hombre de apenas 29 años, casi nada en la vida de un ser humano ni en la de un profesional: sabe que esta responsabilidad es muy alta e incidirá en su madurez como persona y galeno al servicio de las grandes causas de este planeta.
Josalván afirma no tener una sola queja del campamento; en cambio, sí prontas palabras para reconocer la labor de los tres equipos que rotan por este espacio, compuestos por médicos procedentes de toda la provincia.
“Esta experiencia ha sido dura y única. Pocos médicos jóvenes han tenido la posibilidad de dirigir un centro como este, donde no puedes pensar solo en ti, sino principalmente en ese equipo que permanece dentro de la Zona Roja durante 14 días, lejos de su familia. Impacta trabajar en un centro de sospechas, donde puede ‘saltar’ un caso positivo en cualquier momento”.
Con una atención a base de Acitromicina y Olseltamivir por vía oral e Interferón Alfa 2 B por vía intramuscular, midiendo la temperatura corporal y la presión arterial cada cuatro horas, con pruebas de PCR en tiempo real, el personal de salud no pierde pie ni pisada a quienes son alojados allí.
En caso de resultar positivo en los exámenes, entonces el caso se remite al Hospital Luis Díaz Soto (Naval) o el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Tras 14 días de investigaciones, si el paciente concluyera con dictamen negativo, se le envía a su domicilio, donde debe permanecer distanciado socialmente por otros 14 días.
Cada equipo lo componen tres médicos, tres enfermeras, una licenciada en Laboratorio Clínico, una estomatóloga, un psicólogo, dos pantristas y dos miembros del personal de limpieza. A su salida del campamento, pernoctan por otros 14 días en un lugar apartado y, finalmente, permanecen en sus casas durante esa misma cantidad de tiempo.
Curiosamente, el doctor Josalván lleva un nombre de origen indio, que también evoca la amistad y la solidaridad entre la India y Cuba: un buen comienzo para quien está en el puente de mando de una batalla decisiva.
He aquí una muestra de por qué, seguramente, la victoria estará segura, no porque las palabra así lo digan, sino porque los hechos bien lo demuestran.