Son conquistadores. Entran a una tierra que es algo así como El Dorado para las empresas cubanas: la Zona Especial de Desarrollo Mariel. Y lo hacen sin timidez alguna, porque saben la calidad de su obra; acumulan dos décadas de experiencia en la ceba de pavos.
Quizá los ojos de Leticia Quesada hayan visto más el Sol a través de la malla de su nave que de las ventanas de la casa, tras 27 años en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Victoriano Marrero, ubicada en Alquízar.
Disfruta ver crecer a esas aves, aunque en tantas jornadas incluya entre los recuerdos no pocos picotazos. Ella prefiere acordarse de cuando las traen, pequeñitas, y cómo permanece con las hembras durante 120 días, hasta que alcanzan un peso promedio de cinco kilogramos.
Mientras, los machos continúan en ceba hasta 300 días, al pesar 12 o 13 kilogramos.
Única de su tipo en la provincia, la granja alquizareña dispone de una decenas de naves, y encara un ambicioso plan de 180 toneladas, “principalmente para abastecer al Proyecto Mariel y al mercado en divisas”, revela Alexander González, su administrador desde hace 10 años, luego de otros diez en el propio centro.
“Siempre cumplimos. En 2019 superamos en 25 toneladas las 150 previstas, con un comportamiento favorable de los indicadores de viabilidad y conversión. Antes contábamos con 25 000 animales; esta vez recibimos 30 000.
“Además, no falta el alimento, y tenemos un colectivo muy dedicado. Nos distinguen la estabilidad del personal (la mayoría de las naveras llegaron antes del 2000) y un consejo de dirección de más de 30 años de labor en todas las ramas de la Avicultura, especialmente en pavos”.
Cuidados especiales
González subraya que las naveras “han demostrado consagración: los pavos requieren mucho esmero; al inicio, incluso más calor que otras aves (38 grados), pues si sienten frío ni comen ni toman agua, solo se agrupan… así pueden deshidratarse”.
“Igual se caracterizan por sus elevados requerimientos nutricionales —advierte la Doctora en Medicina Veterinaria María Iris Capote. Como son de raza pura, convierten más rápido, pero exigen más vitaminas y proteínas. Precisan diferente fórmula de pienso para cada etapa: preinicio, inicio, crecimiento y ceba”.
Belkis Mendoza enfatiza en que los resultados de la granja se deben a la experiencia en el manejo y a la estabilidad de los trabajadores. Llegó en el año 2002, y adora atender a los pavitos desde los primeros días de nacidos; por eso, ha echado raíces en la entidad perteneciente a la Empresa Avícola de Artemisa.
Sin detener los cuidados a “sus pequeños”, confirma la garantía en la alimentación y la oportuna atención veterinaria, para aves tan exigentes.
Granja avícola… y finca
Existe otra variable que contribuye a la eficiencia en el manejo y a que nadie abandone esta UEB. Para Alexander González, la producción comienza con la atención al hombre; por tanto, desarrollan un área de autoabastecimiento capaz de depararles “al menos, 50 libras per cápita mensuales”.
Dos obreros agrícolas, un tractor, una yunta de bueyes y la disposición de todos hacen crecer saludables plantaciones de maíz, plátano, frijol, yuca, calabaza, boniato… para surtir el comedor y que los trabajadores lleven al hogar.
“Con áreas rescatadas al monte, multiplicamos diversos frutales, como mango, coco, caimito, tamarindo, mamey, chirimoya y acerola. También armamos una pequeña casa de cultivo tapado y un área de semitapado.
“Encima, hace tres años nos instalaron paneles solares. Entonces, tenemos lo principal: agua y abono propios. No obstante, apelamos al riego por goteo, reciclamos las semillas y, cuando la situación lo demanda, el colectivo entero se suma.
“Del mismo modo sucede con nuestro propósito principal. Ante la carencia de bebederos tradicionales (palanganas en el suelo), ideamos uno lineal de tubo, de acuerdo con la edad de los animales, pues sube en la medida que crecen; así no derrochamos agua y evitamos el empastamiento del suelo de la nave”.
Ese es el espíritu de los 23 hombres y 17 mujeres de esta UEB. No los vence el calor sofocante en las naves o el campo, pese a que en los últimos tiempos han de usar nasobuco y cambiárselo cada tres horas, pues lo sudan casi de inmediato. Son trabajadores capaces; entienden el nuevo desafío que entraña conquistar la Zona Especial de Desarrollo Mariel.