A la sombra de un viejo almendro, mientras hombres y mujeres aún labraban la tierra, conversamos sobre aciertos y tareas pendientes de la agricultura. Son tiempos en que el cambio climático hace de las suyas, y las limitaciones obligan a generar otras maneras de producir, pero el afán depara excelentes resultados en Santa Ana.
El Sol puede salir o no. Para los trabajadores de esta finca perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Frank País, en Güira de Melena, lo más importante es contemplar encima de la rojiza tierra el verde de hortalizas, viandas y semillas.
Cada jornada, ese constituye su reto en poco más de una caballería, un desafío que solo entiende de calidad y rendimiento.
“Una de nuestras mayores producciones está destinada a la empresa de semillas de San Antonio de los Baños, a partir de encomiendas realizadas en el país. Años atrás se importaba un gran número, por diversas cuestiones; ahora, hemos contribuido a la soberanía alimentaria, gracias a programas e investigaciones nacionales”, asegura Julián Leal Muñoz, propietario de la finca.
“En ambas campañas (frío y primavera) aplicamos celosamente el tratamiento fitosanitario, para evitar enfermedades y plagas; de ahí que su certificación nos permita insertarnos en complejos escenarios como el de la exportación.
“Si preparamos a los campesinos para la exportación, eso reporta múltiples beneficios a la agricultura. Además, debemos implementar proyectos donde la eficiencia y la productividad complementen el quehacer.
“Hoy se exige la calidad del producto exportable, porque el mercado internacional es muy competitivo. Cuba disfruta del privilegio de tierras fértiles, inserción gradual de nuevas tecnologías, desarrollo de prácticas agroecológicas y voluntad humana”, aseguró.
Cultivar ciencia sin límites
Desde hace más de cinco años, Santa Ana integra la nómina de fincas asociadas al proyecto Bases Ambientales para la Sostenibilidad Alimentaria Local BASAL), el cual promueve la adaptación al cambio climático y contribuye al desarrollo socio-económico continuado y sostenible.

“Tras participar en una conferencia sobre prácticas agroecológicas realizada en Brasil, BASAL nos facilitó maquinarias con el objetivo de promover la agricultura de conservación. Adquirimos fertilizadoras, sembradoras, una aspiradora integral e implementos para fumigar, regar y darle cobertura al suelo”, precisó Julián.
“Existen dos hectáreas de un polígono de suelo, donde materializamos esta experiencia que potencia la biodiversidad y los procesos biológicos naturales, por encima y por debajo de la superficie del suelo. Posibilita, además, un mayor aprovechamiento del agua, así como la mejora y sostenibilidad de la producción de cultivos.
“Comúnmente se conoce como una siembra directa, cuyas técnicas de manejo de suelo lo protegen de su erosión o degradación, y mejoran su calidad y biodiversidad.
“Desde que lo empleamos hemos obtenido dos producciones de maíz y sorgo. Indiscutiblemente, se consiguen importantes reducciones en el consumo de combustible, aumentan los beneficios de explotación agrícola, disminuyen tiempos operacionales y el alimento mejora en calidad”.
Flores que perfuman jornadas
Aprovechando la brisa que corría bajo aquel almendro al final del patio, Julián nos muestra su parte más humana y afectiva. Saca el teléfono celular y narra cuanta visita han realizado a esta singular finca.
Pero sentido de pertenencia sobra mientras conversa de sus trabajadores, valerosos guerreros hechos a golpe de sudor y tierra, que desde bien temprano surcan aquel campo güireño.
Entre ellos sobresale Miriam Alfaro Piñón, a quien le gusta trabajar sin zapatos, pues lo considera más cómodo y le permite desplazarse fácilmente por el área.
“Yo no le tengo miedo a nada; desde que nací estoy trabajando. Soy madre, tengo mi casa y sembrar es una de mis pasiones; lo digo con sinceridad, sin complejos.
“Si el Sol es fuerte, yo soy brava. Me levanto todos los días bien temprano; a las 6:00 a.m. ya estoy metida en la tierra haciendo lo que sea. Trabajo a la par de los hombres, hasta las 12:00 del mediodía cuando culmina la jornada laboral, aunque si hace falta más horas ¡aquí estamos!”
Buenos suelos, buenas cosechas
“La tierra está ahí. Aquí están los cubanos. Veremos si trabajamos o no, si producimos o no, si cumplimos nuestra palabra o no; no es cuestión de gritar Patria o Muerte, abajo el imperialismo. El bloqueo nos golpea y la tierra ahí, esperando por nuestro sudor”, sentenció Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido, el 26 de julio de 2009.
Así quedó refrendado el compromiso de un sector imprescindible y futuras encomiendas para seguir construyendo la Cuba que queremos. En ese empeño no falta arrojo, mucho menos por parte de quienes protagonizan cada faena en la Santa Ana.
El 2020 es un año de conquistas, al potenciar vínculos con la Zona Especial de Desarrollo Mariel, cuya posición estratégica también abre puertas al campesinado artemiseño. Queda seguir esforzándose, porque nadie calificó de fácil las proyecciones, ni tampoco imposibles, hasta que la tierra y el cubano digan lo contrario.
