No todos los días te encuentras una leyenda caminando por las mismas calles, comprando en el mercado, regalando su sonrisa a quienes se le acercan. Unos la conocen muy bien. Otros dirán que “¡Cómo se parece a la campeona olímpica Idalys Ortiz! ¿Será?” Y algunos hasta exclamarán “¡Qué bonita la judoca cubana, eh!”
Lo cierto es que Lali, como la llaman cariñosamente en su natal Candelaria, anduvo tras el legado de otras grandes, de Driulis González, Legna Verdecia, Estela Rodríguez y Daima Beltrán, y ha terminado por convertirse en la judoca más laureada de esta década. Pero ahora suma otra medalla que ha ganado fuera del tatami: el cariño de la gente.
-Ya llevas algún tiempo viviendo en la capital de Artemisa. ¿Cómo ha sido para Idalys Ortiz salir de la casa y encontrar que la gente alrededor se sorprende de ver a la campeona olímpica andando por las calles?
“Los artemiseños están muy agradecidos de tenerme aquí. Saben la demora para la terminación de esta casa, que aún debo seguir mejorando. Ya muchos me conocían, porque desde 2012 frecuento el barrio, pero ahora los veo muy felices de tenerme en Artemisa.
“A Idalys todos la quieren saludar, no solo en esta provincia sino en Cuba entera y en muchos lugares del mundo. Eso es un orgullo para mí. Quiere decir que soy admirada y respetada por mi pueblo. El día que eso no suceda me sentiré mal; será que cuanto hago ya no satisface a mi gente, y ellos son mi inspiración para cada día levantarme con deseos de dar lo mejor en cada entrenamiento y escenario de competencia”
-Sin embargo, siempre hablaremos de Idalys como la chica del barrio Godínez.
“Es como suelo decir: ‘yo nací aquí y me muero aquí’. Nací en Godínez, y salí a los nueve años, porque comencé a estudiar en Pinar del Río. Luego he estado moviéndome constantemente. Creo que he vivido más en otros sitios que en Candelaria, pero siempre digo que soy de allí, donde están mis padres, mis hermanos, y cada vez que tengo tiempo voy hasta allá, muchas veces al regreso de las competencias. Siempre voy a ser de Godínez”.
-Tras los Juegos Olímpicos de Río 2016 te habías retirado para formar una familia. ¿Qué sucedió? ¿Se pospuso ese sueño?
“Realmente, utilicé la excusa perfecta para poder salir tanto tiempo de vacaciones. Si en ese momento hubiera llegado la familia, no la iba a interrumpir, pero tampoco uno puede prácticamente quitarse el kimono de encima para tener un hijo. De haber sucedido, mi vida deportiva no hubiera sido la actual. Cuando le ponga fin a mi carrera, sí me voy a dedicar a buscar eso que es tan esencial en cada ser humano”.
-¿Fin a la carrera? ¿Ocurriría si conquistas el oro olímpico?
“Cada persona tiene que saber hasta cuándo puede llegar su vida deportiva. Todos los atletas quieren despedirse desde lo alto. Un oro olímpico sería una razón fundamental para decir adiós con la gloria, pero si no lo lograra quizás pensaría en pelear otro poco más para no despedirme con esa espinita, sobre todo nosotros los de deportes de combate.
“Cuando uno habla de fin de carrera, no se refiere a abandonar el deporte sino a ponerle pausa a la actividad competitiva, pero nunca desvincularnos. Es solo que desde los nueve años estoy vinculada al deporte, y he vivido más tiempo dedicada a él, que al hogar y la familia”.
-¿Después serías entrenadora?
“Quiero comenzar la Maestría. Soy Licenciada en Cultura Física y Deportes. Claro que me gustaría, pero trabajar con niños; ellos siempre nos dejan una gran enseñanza. De todos modos, aún no decido si lo que quiero es ser entrenadora”.
-Este ha sido un año muy peculiar, por los numerosos títulos y la aureola de imbatibilidad tan grande que te rodeaba, hasta finales de agosto.
“Realmente fue excepcional. Para eso entrenamos muy fuerte, como el resto de los judocas, que igual se preparan y conocen nuestras dificultades económicas. Somos un país pobre del Tercer Mundo, a diferencia de Francia, Japón, China o Korea; sin embargo, llega la cubanita, de allí de Godínez, con la mayor humildad, a intentar quitarles la medalla de oro —o de otro color— a esas deportistas que lo tienen todo.
“También ocurren cosas de repente, que influyen sobre el tatami. Tuve a mi papá bien delicado de salud, pero gracias a Dios está recuperándose.
“Ya estoy enfocada en los Juegos de Tokio, la competencia más importante. Ahora no soy yo quien tiene que preocuparse, sino mis rivales. Si decidimos continuar es para eso, para alcanzar el oro olímpico”.