Aquí se respira orden, sentí al entrar a la Unidad Empresarial de Base Genética Porcina El Jigüe, de Bauta. Aún sin conocer el centro, daba por hecho haber llegado a uno de esos lugares donde cada trabajador conoce al dedillo su responsabilidad laboral y se entrega con amor a la tarea encomendada, y no estaba errada.
Tan solo notaron nuestra presencia y dos damas, vestidas de verde con botas hasta la mitad de la rodilla, salieron al encuentro. “¡Bienvenidos a nuestra UEB! ¿A quién desean ver? ¿Me muestran su carné de identidad, por favor?” El tono distinguía por la amabilidad.
Me hice acompañar por Minervino Azcuy Pino, director municipal de la Agricultura, pero su presencia parecía no quitar la tranquilidad del colectivo, pues cada cual siguió en sus funciones sin mostrar preocupación por la visita.
Una pequeña salita de estar, de excelente gusto estético, muestra a los visitantes la misión de la UEB: preservar y mejorar la raza CC-21, y producir cochinatos en un estado de salud óptimo, disminuyendo la consanguinidad…
Apenas termino de leer la visión de este centro, que mantiene la categoría de Excelencia en la Producción y Comercialización de Animales Genéticos, cuando un señor me extiende la mano con una pregunta incluida. “¿Es usted la periodista? Gracias por su presencia. No la esperaba hoy. Soy Jiuvel Ordaz González, director de la UEB. ¿Me acompaña?”
Con gusto lo seguí escaleras arriba. Todo luce impecable, no parece un centro de producción animal, le comento mientras preparo la agenda, y comenzamos el diálogo.
“Pertenecemos a la Empresa Genética Nacional. Nos encargamos de producir el macho de la raza CC-21; somos el núcleo en el país de esta raza netamente cubana, de elevado valor genético, alta conversión, poca grasa dorsal, de gran aceptación entre los productores (tanto estatales como privados) y de muy fácil adaptación a las condiciones climáticas de este archipiélago”.
Indagando en artículos técnicos publicados online por la Asociación Cubana de Producción Animal, supimos que la CC-21 es la única raza porcina cubana. Se creó para utilizarla como paterna terminal, y en ella se sintetizan las ventajas de las principales razas paternas que tradicionalmente se empleaban entre los años 70 y 80 del pasado siglo.
Esta publicación menciona la raza Duroc, de la cual ya no se habla, las Yorkshire, Landrace y Lacombe, extintas ya, pero con un peso importante en el nacimiento de la CC-21. La formación de esta última comenzó en 1976 y los estudios concluyeron en 1990, un resultado conjunto entre el Instituto de Investigaciones Porcinas, la Empresa Genética Porcina y la Empresa Porcina Habana. En su período inicial contó con asesoría de especialistas búlgaros y soviéticos.
¿Y cómo conservan la pureza de la raza? “Trabajamos con líneas y genotipos de hembras y machos, y mantenemos el control a través de un sistema genético computarizado. Aquí no entran animales de afuera, todos son parientes; a la hora de la monta, es preciso hallar la menor consanguinidad o familiaridad entre ellos, para mejorar la raza”.
En El Jigüe, la composición genealógica de los animales está integrada por líneas (los machos) y familias (las madres). El masculino se caracteriza por su excelente aptitud para la monta y la calidad extrema del semen, lo cual garantiza entre ocho y nueve crías por parto.
Los verracos más experimentados tienen montas planificadas, y nunca sobrepasan tres por semana; los más bisoños habrán de hacerlo en un máximo de dos. Mientras, a los siete días de destetada, la hembra cae en el primer celo y ocurre la primera monta, para lograr un mayor aprovechamiento de su potencial reproductivo, explica Josué Esperón Hernández, especialista en Recursos Humanos.
Durante años, esta UEB mantiene elevados indicadores genéticos y de producción. Resalta entre las entidades de su tipo en el país. Según el director del centro, un grupo técnico asume el control de veterinaria, el movimiento del rebaño, la genealogía, el apareamiento, la venta, la selección de las cochinatas y cochinatos de autorremplazo…
Los animales sustituidos se comercializan con la Empresa de Comercio para el proceso industrial, o con la Empresa Porcinos Artemisa, donde se ceban y expenden como parte de los programas para la distribución y venta de carne.
“El plan asciende a 260 reproductoras al mes, 28 verracos y una masa total de 2 000 animales, a fin de entregar a las empresas porcinas, el Minint y el Minfar en Occidente, aunque abarcamos solicitudes de toda Cuba”, asegura Jiuvel.
“Pese a las crisis que atraviesa la nación, la genética es priorizada en el sistema porcino: nos toca garantizar el pie de cría para todas las unidades porcinas cubanas. Nuestros animales se alimentan de manera exclusiva con pienso seco. Recibimos el alimento bien ensacado y en las mejores condiciones. El forraje se suministra solamente a los verracos como un suplemento”, destaca.
Y nos acerca, con mucho cariño, al colectivo laboral compuesto por 35 trabajadores, muy consagrados, según sus propias palabras.
Esto nos ha permitido cumplir los planes de producción y realizar el trabajo genético, que no es tan solo alimentar los animales, sino desde el mantenimiento constructivo hasta las labores de autoconsumo.
“Llevo 21 años como director, tiempo suficiente para aplicar métodos de trabajo que hagan crecer el sentido de pertenencia de los trabajadores. La disciplina es importante, las buenas relaciones y los límites. Aquí todos saben lo que deben hacer y lo que no se puede.
“En el área dedicada al autoabastecimiento garantizamos buena parte de los alimentos, excepto el arroz; todo lo demás se produce aquí y con una elaboración impecable. Así también podemos brindar atención a los trabajadores y a la familia, con la venta de productos a precios módicos”.
Entre pregunta y pregunta, un sorbo de buen café cubano, alguna que otra broma y el recorrido imprescindible por las instalaciones, para confirmar el porqué de sus resultados.