Me esperaba en una mecedora, despierta, expectante, como si supiera que su mamá tenía mucho por contar, pero la cara de la historia era ella. A sus tres meses, Victoria tiene unos ojazos preciosos, suficientes para suponer los dolores de cabeza que padecerán los padres cuando sume unos 16 años.

Yuliet Gómez, ya de 42, nació y creció en Bahía Honda. Tras un tiempo fuera del país, el amor la hizo regresar a la tierra donde nació y echar raíces aquí. Hace una década se casó. “Desde entonces habíamos querido tener bebés, al menos uno, pero nada”.
Seis examinaciones ginecológicas a fondo comenzaron el trayecto, y varios meses de consultas sin resultados depararon un alma acongojada, pero extrañamente firme.
Luego, años consumidos por inseminaciones artificiales le sumaron noches de desvelo, e incluso desconsuelo… ¡hasta un día!
Bahía Honda ya le robaba el aliento a Yuliet y Daynel Machado. Mientras, una remisión al Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro, en la capital cubana, le llenaba los pulmones de aire renovado y nuevas energías.
“El problema era mío. Tenía las trompas tupidas. Tuve incluso una operación. Además, después de la última inseminación tuve un embarazo ectópico. Me quedaba sin opción; lo próximo, obligatoriamente, debía ser la fecundación in vitro”, confesó Yuliet.
“Cuando llegamos allí, el médico nos explicó cómo era el procedimiento y la necesidad de que ambos estuviésemos perfectos de salud, sobre todo yo”, continuó.
Así, casi en 2016, empezaron los preparativos para la primera in vitro. Una, dos (con poco más de un año de distancia entre cada procedimiento): fallidas.
En 2018 sería la tercera. “Acudí a toda mi fe, a la Caridad del Cobre, a Dios, a la esperanza puesta en mi médico de cabecera”, me cuenta y sus ojos se llenan de unas lágrimas imposibles de distinguir entre la felicidad de ahora y la tristeza de aquel momento.
Y, como dice un viejo refrán: a la tercera va la vencida. El 21 de diciembre de 2018, Yuliet recibió la noticia que había esperado por diez años de largos y frustrados tratamientos.
“La fecundación in vitro había sucedido 15 días antes. Yo hice todo cuanto me orientaron, me porté bien durante esos días y los nueve meses siguientes, porque era mi deseo pospuesto el que se hacía realidad. El médico me dijo ‘¡Felicidades, vas a ser mamá!’ No le creí. Luego, rompí en llanto”.
Victoria de la Caridad Machado Gómez no solo es el resultado de un feto milagroso; compone las caras felices de la familia y la última posibilidad de Yuliet de ser mamá.
“El nombre lo tiene bien puesto, pues su nacimiento no era solo nuestra victoria como padres, sino también un regalo de mi fe y la mano condescendiente de la Revolución Cubana”.
¿Cuánto cuesta una fecundación in vitro? Cualquier mujer en el caso de Yuliet —en España, por ejemplo— debería pagar unos 5 000 euros por cada fecundación. En Cuba, ella acudió siempre al hospital de manera gratuita, por eso su agradecimiento eterno a cuantos médicos estuvieron en su camino y a la Salud Pública.
Victoria apenas cuenta tres meses. Duerme casi la noche entera, y se la pasa en los brazos de todos en la casa. “Sus abuelos la adoran y, de igual manera, sus cuatro tías. Cuando aún estaba en mi vientre, se convirtió en la alegría de la casa”.
De allí me fui llena de luz. Yuliet aún mira a su bebita como si soñara despierta. Los mimos abundan y la paz de ese hogar sobrecoge. Definitivamente, Victoria significa amor y sabe a triunfos.
Ella ya es leyenda. Para los de allí siempre será la primera niña del pueblo que nació con la utilización de la técnica in vitro; para otros, el resultado de mucha fe y confianza en la medicina; para sus padres, la niña más bella del mundo mundial; para mí, la historia de dos guerreras que lucharon por encontrarse en la vida… y lo lograron.