La vida siempre nos regala la oportunidad de ser recíprocos con quienes dedicaron paciencia y amor a nuestra formación. En medio de la jornada del educador, debemos reconocer la constancia de hombres y mujeres que solo entienden de “ir a favor del viento, porque saben a dónde quieren llegar”.
Para muchas generaciones de guanajayenses, coincidir en un aula con el profesor Eduardo Vidal Rodríguez es entender de modestia, entusiasmo y entrega. Aunque parezca callado, al final de la formación, tocando con sus dedos la blanca barba que revela 48 años dedicados a la educación, no solo gusta de la tolerancia y el respeto, sino también de la alegría sin límites.
“Mi boleta de secundaria tenía en primer lugar veterinaria. Estaba muy seguro de lo que quería estudiar. Pero, sabes como son los compañeros, me dejé convencer por uno, y terminé graduándome de Marxismo-Leninismo e Historia en el Pedagógico, en 1971”, comenta emocionado.
“Desde ese año imparto clases en distintos niveles de enseñanza. Trabajé en la Universidad de Ciencias Médicas y en 2013, comencé en el preuniversitario República de Indonesia, en Guanajay, donde pretendo cerrar mis ojos, porque soy maestro jubilado y reincorporado.
“No estoy detenido en el tiempo; nunca me lo he permitido. Trato de vincular la Historia a la actualidad de mis estudiantes, para que no vean los hechos uno detrás del otro, sino como un proceso integral del que todavía somos parte. Lo logro con motivación, risas y mucho estudio (a pesar de los años), porque ellos siempre quieren saber más.
“La adolescencia es complicada, llena de dudas, aunque me atrevo a decir que en este pre resulta muy diferente: trabajamos para despertar en el alumno el interés de ser universitario… y que busque cómo labrar su porvenir.
“Insisto en el apoyo espiritual, por encima de lo material, a los jóvenes sentados en nuestras aulas. Nada hacemos con complacer peticiones, si en realidad no encontramos la manera de formarles como seres de bien.”
En su clase, Vidal permite la interrupción mientras habla. Cuida la pronunciación, porque quiere que lo entiendan. Organiza sus ideas cuando reflexiona. Conversa con calma. Respeta opiniones. Señala aciertos y logros. Se distingue por ser preciso y directo. Lo que un día comenzó por un “simple embullo de adolescencia”, ahora le apasiona.
“Mi vida está llena de anécdotas, tras casi medio siglo entre tantas personas. Recuerdo a un estudiante que hoy es neurólogo, y acudí a verlo al hospital por mis problemas de diabetes. Me dijo que podía buscarlo en su casa, cuando fuera necesario. Eso me estimuló grandemente y mientras veía los resultados de su tratamiento en mi evolución, me decía: yo contribuí a lo que es.
“No sé cómo será el día que no pueda ir a mi escuela. Todavía no he pensado en eso; sin embargo, estoy claro de lo que sucedería: alumnos en mi casa aclarando dudas, libros por todas partes y puertas abiertas al conocimiento, la paciencia, el amor y la confianza”, concluyó.
Ingenieros, artistas, médicos, cuentapropistas, maestros o periodistas, fuimos moldeados por las agraciadas manos de Vidal. ¡Ojalá siga rodeado de mapas, libros, punteros y empolvadas tizas! ¡Ojalá otros tantos puedan formarse a su lado, hasta convertirse en una prolongación de sus brazos!