¡Cada día entraña un reto constante! Los 16 años de experiencia frente a un aula, con solo 34 de edad, son sinónimos de entrega, responsabilidad y compromiso para Idael Espinosa Pérez, quien, además de impartir Matemática en décimo grado, es el secretario docente del preuniversitario Eduardo García Lavandero, en Artemisa.
“Al cursar la secundaria tuve el privilegio de ser avalado como militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, y a los 17 años, durante tres meses en el Curso de habilitación de profesores de preuniversitario, como parte de un Programa de la Revolución para estudiantes de grado 12, me preparé para impartir docencia, al tiempo que estudiaba la carrera en la Universidad”, rememora.
“Así entré a este mundo que adoro, y me ha hecho crecer e imponerme nuevos planes”, asegura mientras le enorgullece integrar el Partido desde hace poco más de diez años.
“Mi actuar en cada escenario me exige ser siempre superior, prepararme más, seguir siendo ejemplo ante los alumnos. ¿Qué mejor que cumplir con eso y con las enseñanzas de mis padres, en esta misión que exige consagración y futuro?”
Más experiencia
Aunque ya no le tiembla la tiza en el pizarrón, como aquel primer día frente a jóvenes igual que él, cada clase marca un desafío. Los chicos de hoy tienen celulares y sacan cuentas de manera mecánica, pero la Matemática les enseña a entender procedimientos, hallar soluciones, buscar variantes, sacar conclusiones… “Eso intento: que encuentren la práctica desde la teoría”, revela complacido.
Idael encontró rápido su profesión, combinación perfecta con su vocación: enseñar. Por eso vive orgulloso de los conocimientos que aporta a los demás. La tarde noche le sorprende frente a otro grupo de alumnos de Economía en la Facultad Obrero Campesina, al tiempo que conjuga las labores hogareñas, no distantes de su cotidianidad.
Su bicicleta le acompaña, tanto como sus ojazos verdes, lo mismo en las mañanas hacia el círculo infantil con su nena, al mercado o al carretillero en busca del abastecimiento diario, o a cumplir con lo que más adora: impartir clases.
No tiene, tal vez, la vestimenta o la forma, el carisma ni el carácter de algunos pedagogos formados años atrás. En experiencia se asemeja. Quizás, lo definen unas u otras músicas, o diferentes maneras de compartir con los amigos, pero lleva la impronta de una generación a la que nada le detiene, y hace suya la etiqueta de ser continuidad.