Apenas son las 6:00 de la mañana, el rocío de la madrugada adorna los alrededores y antes del primer cantío del gallo, las tierras de la finca El Paraíso, en Candelaria, dan la bienvenida a cinco campesinos liados en el oficio de labrar.

Ninguna jornada es igual: a veces el esfuerzo se vuelve provecho, otras el sacrificio no retribuye satisfacción, pero lo que nunca falta es la voluntad infinita de sembrar y esperar la buena cosecha.
Este lugar, a las afueras del municipio, pertenece a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Armando Novoa Galarce. Desde hace algunos años ostenta la categoría de Referencia Nacional por sus aportes, tanto en cultivos varios como en la producción porcina; además, el uso de prácticas agroecológicas la distingue del resto.

A cargo del joven Ramón Soca Díaz y su padre Jose Ramón, la Finca El Paraíso, de 14 hectáreas destina sus producciones a la Empresa Comercializadora Acopio y la Provincial de Porcino, en aras de satisfacer la demanda de productos agropecuarios del territorio.
“Cada año cumplimos los planes previstos. Actualmente tenemos sembrado plátano macho, yuca, dos variedades de frijoles, boniato, tomate y maíz”, subraya Ramón Socas.
“Nuestras plantaciones están libres de plagas; cuando aparecen amenazas trabajamos de inmediato para su control, porque hay que cosechar. Ahora se nos llama a mantener una producción estable y variada, capaz de abastecer a la población. Cada cual sabe lo que le toca, y nosotros tenemos los pies en la tierra, pero la mente en cumplir.
“También entregamos 60 cerdos cada seis meses a la Empresa, como parte de los compromisos porcinos. Casi siempre superamos las cinco toneladas de carne, y no constituye una dificultad alcanzar este propósito en esta etapa”.
Sembrar con ciencia

El Paraíso es de las pocas formas productivas del municipio que recurre a las prácticas agroecológicas para aprovechar cuanto sea posible. Sus condiciones nada favorables de tierras secanas y arenosas con una alta presencia de hierro, obligaron al joven campesino a desarrollar la lombricultura como abono natural.
“Al principio nos costó entender las ventajas del humus de lombriz. Con el tiempo comprendimos que su aplicación aporta nutrientes al suelo, estimula el crecimiento de las plantas, y aumenta la producción y el tamaño de los frutos. A diferencia de los fertilizantes químicos, no genera efectos negativos”, señala.
Igual recurren a otras experiencias agroecológicas en pos de que El Paraíso alcance una agricultura sostenible, como precisa el país. Un ejemplo radica en la rotación de los cultivos; otro, en la incorporación al suelo del desoje de la planta de plátano, lo cual favorece los niveles de humedad. Sin dudas, sembrar con ciencia propicia mayores rendimientos en las áreas agrícolas.
Cultivar alternativas y oportunidades
Resarcir aprietos ante el bloqueo a la llegada de combustibles que vive Cuba, entraña una tarea ardua para estos campesinos; sin embargo, ellos encuentran en la fuerza animal soluciones apropiadas para las labores agrícolas, o como transporte.
“Enyugar dos bueyes para tirar del arado es una alternativa eficaz”, asevera Soca Díaz. “Hay muchos campesinos por ahí que prefieren las maquinarias. Con respeto por la opinión de los demás, yo creo que el arrastre de los animales deja una huella ecológica: sus pisadas no compactan ni afectan la tierra, y los suelos siguen fértiles, al contrario de esos equipos pesados”.
Estos labradores se han servido de prácticas tradicionales probadas a lo largo de la historia de la humanidad. Lo que hoy describe la ciencia como natural, con sus bondades detalladas, sea habitual o alternativo, ha demostrado ser amigable con la tierra.
Quizás por eso explican con cierto pudor el no recurrir al riego por gravedad. “Aquí resulta imposible debido a la irregularidad del terreno. Tenemos que acudir al método de aspersión, menos efectivo de acuerdo con sus características; cuando tenemos una gran producción, pedimos apoyo a otros campesinos con el de enrollado”, sostiene este candelariense.
¿Dónde están las semillas?
La Finca El Paraíso suma amaneceres adelantados, sudores que abonan tierras duras y rayos de sol que casi incendian la piel, no mellan la voluntad de quienes persisten en multiplicar frijoles y tomates, plátanos, maíz y cuanto colorea los surcos de frutos para los cubanos.
Sin embargo, también ellos precisan atenciones, no las que pueden ganarse con sus propias manos sino las que contribuyen en su afán para el bien de todos: más y mejores semillas, capaces de garantizar esa anhelada cantidad de alimentos de alta demanda nacional.
“Nos afecta tener que movernos a varios municipios a conseguirlas, más si queremos entregar a tiempo nuestros compromisos”, concluye Ramón.
Pese a tales inconvenientes, la finca El Paraíso es un lugar de ensueño, donde laboriosos campesinos producen para el pueblo. Variedad, calidad y sostenibilidad van de la mano, a la vez que impulsan la mayor premisa del Estado cubano: abastecer de manera estable los mercados y placitas de nuestras ciudades y poblados.