No importa en qué lugar de la Patria nace un cubano. De alguna manera, a veces sin quererlo, La Habana termina por tocar a las puertas de su alma. De este acto mágico ha hablado con reiterada frecuencia el historiador Eusebio Leal y decenas de artistas que, mediante su voz, su pluma, sus trazos o filmaciones, acabaron por eternizarla en un rincón sagrado de la memoria.
Algo como esto he recordado al asistir a la exposición Habaneciendo, inaugurada recientemente en la galería de arte Angerona, con el aporte de obras realizadas por cinco artistas del lente en Artemisa.
Ellos no quisieron pasar de largo ante el cumpleaños 500 de la capital cubana, y mostraron una parte de lo mucho que han “disparado” al rostro y el alma de una ciudad con suficiente glamour para desvelar por igual a nacionales y extranjeros.

La Habana que nos presentan Alejandro Ávila, William Cruz Perdomo, Pedro Pérez Portales, Jesús Gastell y Denys San Jorge Rodríguez es una capital viva, con lozanías y arrugas, con mito y realismo, con luces y eclipses, majestuosa y adolorida, pero siempre tentadora.
Por eso viajo en el tiempo con las palabras del artista de la plástica Evelio Sánchez Zayas, al presentar esta expo, y subo al lomo de esos cinco siglos de los que habló Sánchez Zayas, cuando una Habana incipiente se va llenando de misterios y asombros, hasta llegar a ser ese espacio que nunca nos es indiferente.
Quien quiera beber un sorbo, siempre de legimitidad, de nuestra Habana profunda, dese una vuelta por la galería Angerona, sita en calle 33 entre 50 y 48, en la cabecera provincial artemiseña. Con las obras de estos creadores, seguramente se dará cuenta de cuánto nos sigue perturbando… y enamorando La Habana.