Hace 17 925 días era una silla cualquiera, entre las tantas que pudo haber en los años iniciales de esplendor de la Textilera Rubén Martínez Villena (Alquitex), en Alquízar, pero Fidel, el Fidel de los obreros, habló sobre ella y la hizo especial, histórica.
Hoy, cuando ya muchos de aquellos asientos iguales a ese no están, este permanece resguardado, tras un cristal, junto a otros objetos que atesoran la historia de la gran fábrica fundada por Ernesto Che Guevara e impulsada por un grupo de féminas seguidoras de Ana Betancourt que, tras los telares, tras las máquinas de coser, comenzaron a tejer la rica historia de este centro, ahora con cierto reverdecer luego de duros años de Período Especial.
En el recuerdo, sobre todo de los fundadores, sigue la silla, y más que la silla, la imagen del líder parado encima de ella, el líder movilizador, predicador a base de ejemplo, motor impulsor de la Revolución.
Silvio Ramón Morejón Villena, con casi ocho décadas de vida, buena parte dedicadas al trabajo en la fábrica, recuerda con especial significación la visita de Fidel el 22 de octubre de 1970.
“Yo era dirigente sindical y militante del Partido. Por eso estuve más vinculado a los preparativos de la visita que incluyó primero un recorrido por la fábrica, donde el Comandante en Jefe se actualizó de cómo funcionaba todo, y luego unas palabras a los trabajadores, con esa cordialidad y esa facilidad del Comandante en Jefe para comunicarse con los trabajadores”, recuerda.
“La silla alguien se la alcanzó, para que pudiera dirigirse mejor al medio millar de personas que re reunieron para escucharlo durante unos 20 minutos. Sus palabras fueron de exhortación al trabajo, a hacer las cosas bien para impulsar esta obra del Che en la tierra de Rubén Martínez Villena”, me dice con el orgullo de ser pariente cercano del joven intelectual revolucionario, vinculado siempre a los obreros y sus luchas contras tiranos y corruptos.
La estancia del líder, dice, impulsó muchas cosas. “Enseguida comenzamos a recibir más vehículos para el traslado de materias primas y de los propios trabajadores, lo cual ayudó más a la eficiencia, así como ambulancia y carro de bomberos, necesarios también en esta gran industria con miles de obreros y tres turnos de trabajo”.
También, fruto de esta visita del Comandante en Jefe, dice, le fue entregada a la fábrica una finca para el autoconsumo, con tractores, y se favoreció la cría de ganado menor, sobre todo carneros, para abastecer al comedor de los obreros.
Junto a su esposa Isabel Pérez Sánchez, también fundadora de Alquitex, Silvio recuerda la connotación de aquella visita, todo un suceso que a casi medio siglo perdura en la memoria de los iniciadores, y es relato obligado que pasa de generación en generación como uno de los hitos más trascendentales de un centro que, entre hilos y telares, no olvida su silla, esa desde donde un día Fidel habló y los convidó a seguir haciendo más, por Cuba y por la Revolución.