Quizás no haya nada tan seguro como un abrazo. No importa que sea de noche, porque transmite el calor del Sol de Cuba, más si vienen de Bolivia. Tampoco importa si es el de alguien que solo se sumó al recibimiento, porque sabe a gente de tu tierra. Desde luego, los más especiales son irrompibles; hablan con la fuerza del cariño, la de mamá o papá, los hijos, el amor que esperaba o los compañeros de siempre.
A las 10:25 p.m. un ómnibus asomó en la Carretera Central y se detuvo en la Dirección Provincial de Salud. Me pareció que bajaron muy pocos brazos y muchos corazones. ¿Cómo a aquel Yutong le cupo una alegría tan grande, y tanta nostalgia, humanismo y tristeza a la vez?
Eran la Cuba cálida y la Bolivia dolorosamente afiebrada, la Artemisa que comenzó a florecer y los acoge con admiración y cariño… y la nación andina que creció como nunca, con Evo Morales, pero ha sido devuelta al pasado, al 2003 del impuestazo y los asesinatos, al tiempo de los nadies, quienes cuestan menos que la bala que los mata.
Sin duda alguna, Mariluz Roque, Daimé Amador, Ivette María López, Milagros Rodríguez, Ismael Martínez, Andrés Pérez e Isidoro Llanes estaban felices, con un manojo de sonrisas y el alma recargada. Sin embargo, de allá dentro donde ciertos hechos no pueden arrancarse, salían señales de que la felicidad del regreso no estaba completa.
La noche del sábado llegaron a la provincia 11 de los 41 colaboradores artemiseños consagrados a la salud de los bolivianos: cinco de la propia ciudad capital, dos de Guanajay, dos de Caimito y otros dos de San Cristóbal. En las últimas 48 horas se esperaba el arribo de otros tantos.
¿Quiénes son los que más pierden con este final intempestivo de la misión cubana? Los que no son, aunque sean, como escribía Eduardo Galeano. “Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos.”
Y el decursar de los días confirma lo que saben todos: sectores económicos codiciosos dentro del país y, sobre todo en Estados Unidos, no podían consentir el proyecto de industrialización soberana emprendido por Evo Morales en torno al litio. Este mineral es estratégico para las baterías de celulares y de autos eléctricos, y ya Bolivia había iniciado la fabricación de baterías.
Por eso el Golpe de Estado, e igual por eso comenzó a molestar la hermosa obra solidaria entre dos pueblos independientes y hermanos.
Un final triste
Montero, donde laboraba la doctora Ivette María López, se distinguía por ser un municipio que apoyaba al presidente aymara. “Solo allí se logró implementar el Sistema Único de Salud, una propuesta incluyente, pensando en los excluidos”.
La también Máster en Geriatría era la jefa de la brigada más numerosa en la nación andina, con 37 colaboradores, entre ellos más de una decena especialistas: cardiólogos, intensivistas, ginecólogos, ortopédicos…
“Recibimos numerosos pacientes que nunca supieron lo que tenían, hasta cuando escucharon de nuestra llegada y la atención gratuita. Diagnosticamos insuficiencias cardiacas provocadas por una pequeña cucarachita, diabéticos descompensados, muchas personas en un estado deplorable; hicimos cosas heroicas para salvarlos.
“A quienes requerían atención secundaria los remitíamos al hospital, donde nuestros colegas, y nunca murió ninguno”, afirma con orgullo quien acostumbra a luchar por la vida de tantos, en Cuba, Venezuela, Angola y Brasil.
Sin embargo, cuenta que eso no importó a los golpistas. Precisamente “allí acontecieron los primeros disturbios. Cerraron las vías principales y amenazaban a quienes no querían sumarse al paro. Nosotros trabajamos mientras nos lo permitieron. Pronto las campañas mediáticas nos acusaron de espías, militares y terroristas.
“Nuestros compañeros de trabajo bolivianos nos alertaban sobre las noticias falsas, con tristeza de que pasáramos por esa situación. Y, aunque nunca nos faltaron alimentos, al saber que no podíamos salir de casa, hubo personas muy humildes que nos llevaron frutas y panes.
“Incluso para regresar tuvimos que valernos de amigos que nos llevaron por caminos menos transitados”, relata.
Calma en medio del dolor
“Todo fue muy rápido. Uno sigue las noticias pero no se imagina que habrá un Golpe de Estado de la noche a la mañana, sobre todo porque tu única hijita está allí, en medio de la revuelta, y con ese altruismo de los médicos cubanos de salvar vidas humanas, poniendo en riesgo incluso la suya si fuera necesario”, revela Ana Gladys Peñalver, la madre de Lanais Peñalver, aún allá mientras conversamos.
“Ahora me salen las palabras y le puedo dar mi sentir, pero pasé horas terribles”, asegura cuando ya su hija le confirmó que llegaba la noche del domingo.
La joven de 31 años, quien en su época de estudiante se desempeñó como alumna ayudante, hoy es pediatra diplomada en Neoropediatría, y llevaba seis meses en Bolivia.
“Por momentos perdimos la comunicación. Falló la Internet por falta de fluido eléctrico, o porque la oposición cortó el servicio de manera intencional, y ahí si me entraba la depresión. Por suerte, siempre tuvimos la posibilidad de hablar unos minutos vía telefónica”, cuenta Ana Gladys.
Las horas se convirtieron en días para esta madre coraje, quien ha estado lejos del hogar en más de una ocasión, primero en 1987, mientras se preparaba académicamente en la Unión Soviética, luego en 2009, tras dos años de misión internacionalista en la República de Mali.
Ahora, en cada atropello contra la brigada, dejaba un pedazo de su alma pensado en cómo estaría Lanais. Pero en las conversaciones con su hija no faltaron los consejos: “mucha disciplina, mantenerse unida a sus colegas y, sobre todo, buscar la calma en medio de tanta tormenta”.
Pueden contar con nosotros
A Daimé Amador la ubicaron en El Alto, La Paz, donde en 2003 se gestó la transformación vivida durante 14 años para bien de las masas. “Es un país pacífico, de una economía próspera, pero todo eso se desmoronó cuando los opositores dieron el Golpe. Evo tuvo que retirarse para evitar un mayor derramamiento de sangre.
“Fue injusto lo que sufrimos los últimos días. La Policía de Lucha contra el crimen y la Interpol entraron a la casa, en busca de drogas, bombas, armas. Nos quitaron dinero. A las mujeres nos hicieron desnudar para revisarnos. Fue muy desagradable: humillante. Lo sufrimos mucho”.
La joven enfermera contrasta las amenazas y carteles injuriosos de “Cubanos espías de mierda” con su labor en el hospital boliviano japonés de Senkata: prefiere recordar a los niños buscándola; siempre querían vacunarse con ella.
“Tengo fotos de pacientes llorando porque nos fuimos, y de los trabajadores del centro oftalmológico; voy a extrañar a Lidia, Ivar y a la doctora Dilma”.
Bien lo dice Ivette: “Bolivia es un lindo país, rico en recursos, víctima de la ambición de unos pocos. Pero les será difícil gobernar; los indígenas no lo aceptarán. Evo había logrado un país tranquilo y prometedor. Su pueblo siempre podrá contar con nosotros; tenemos la voluntad de apoyarlos: ni ellos ni los cubanos vamos a renunciar a una Bolivia mejor; ese es solo un sueño pospuesto”.