Cristian Alejandro tiene solo cinco meses y cuatro días de nacido. Vive con sus “hermanos” Yisley y Orlando, de tres años; Ana Lía, de cuatro y Janier, de seis, en una casita atractiva y alegre, donde bailan, cantan y juegan; no obstante, su mirada revela tristeza y casi no sabe sonreír.
La “madre” de todos, junto a 13 miembros en esa familia, tratan de hacerlos felices y alimentarlos bien. “Pero vivir en un Hogar de Niños sin Amparo Familiar deja una marca para toda la vida, un estigma que guardarán por siempre”.
Y, como nadie, de esas huellas sabe Aleida Blanco Quiñones, licenciada en Educación y directora de esta institución, sita en Bauta, quien hace 19 años enseña las primeras palabras e incipientes pasos a muchos hijos, de madres y padres privados de su patria potestad, transitoria o definitivamente, o que por otras causas residen allí.
Crecer de abrazos y mimos
“Intentamos ser siempre alegres, aunque nada ni nadie sustituye a la familia; de ahí el anhelo de buscarle una a cada niño. La adopción puede ser el final feliz”, expresa.
“No es un proceso sencillo, incluso las Comisiones de Prevención y Atención Social deberían concretar investigaciones más profundas acerca del ámbito familiar de los menores del Hogar, pues son lideradas por las direcciones de Trabajo y Seguridad Social, e integradas por las organizaciones de masas e instituciones encargadas del normal desarrollo de un niño. ¡Falta mucho por hacer!

“Recibimos muchos expedientes, casi una treintena de parejas con condiciones para asumir la paternidad. Se acercan acá, donde hay niños desde su primer día de nacidos hasta seis años, pues al crecer tienen menos posibilidades. Por razones diversas, en los casi nueve años de la provincia Artemisa, solo han sido adoptados dos pequeños; el resto ha continuado hacia el Hogar de San Cristóbal”.
El fiscal Ledón Prieto, del departamento provincial de Familia y Asuntos Jurisdiccionales, explica que el expediente, con una investigación detallada, se entrega al Tribunal Municipal Popular, lo revisa la Fiscalía para la posterior emisión de un dictamen, y el Tribunal Supremo Popular decide el destino de la vida del menor.
“Los padres adoptivos deben tener como mínimo 25 años de edad, estar en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, no padecer limitaciones mentales o físicas ni haber sido sancionados por delitos contra menores”, amplía.
“Los cónyuges promueven la adopción, dentro del matrimonio, y después de la aprobación legal tienen derechos, deberes y obligaciones como si fueran los padres biológicos”, enfatiza, y refiere la Ley 1289/75 del Código de Familia.
Más lejos de una familia adoptiva
En otra casa similar a la de Bauta, en San Cristóbal, para mayores de siete años, viven 13 niños, hasta ahora ninguno con posibilidad de ser adoptado, muchos por su limitado desarrollo intelectual, refiere Alicia Blanco Echenique, la directora, licenciada en Educación Preescolar hace 17 años.
“Uno de ellos, huérfano desde los nueve añitos, convive con una Familia Sustituta, que define a personas capaces de asumir a los niños de forma intermitente los fines de semana, cuando están de receso escolar, en vacaciones u otras ocasiones excepcionales. Eso también debe autorizarse tras un proceso exhaustivo de comprobaciones, para asegurar las debidas condiciones hogareñas”.
Alicia nos habla de una pareja extranjera interesada en dos de los pequeños. “Vivía en San Cristóbal y no ha podido engendrar. Han venido a verlos en dos ocasiones, pero aún no han iniciado ningún proceso”, explica.
“Es complejo este trámite, mucho más para quienes no viven en Cuba, y los niños tienen otros dos hermanos en el Hogar de Bauta. Aunque no debemos aceptar la separación de los hermanos, como un acto voluntario, es bien complicado para una familia adoptar cuatro niños”.
Mientras, una noticia alentadora le hace sonreír. “Una de las niñas, ya con Familia Sustituta, tiene a su padre legítimo en trámites para legalizarse como tal. No sabía de la existencia de la hija y, tras la pérdida de la madre, asumirá la paternidad”.
La luz anhelada

Mencionar adopción de niños en una consulta de infertilidad en Artemisa, deparó miradas de asombro e incertidumbre, pues “si se adoptan niños es con mucha discreción”, me dicen unos, mientras otros lo dudan, pues no existe cultura en la población acerca del tema.
No obstante, Mario García Rodríguez y su esposa, de San Miguel del Padrón, en La Habana, sí indagaron, y asumen como Familia Sustituta de una pequeña del Hogar de Bauta.
“Nos casamos en 2015 y, debido a una operación de ella, no podemos tener hijos. Decidimos adoptar uno y concretar la felicidad de familia —alega con emoción infinita Mario. Los fines de semana acariciamos, junto a la niña de tres años, el placer de ser padres.
“Ya nos dice mamá y papá. Ha logrado empatía con el resto de la familia. Es buena y cariñosa. Los viernes vamos de San Miguel hasta Bauta, a buscarla, y la regresamos el lunes: el mayor anhelo es adoptarla”.
“Aunque hace casi un año vive en el Hogar, sin visitas de ningún familiar, la madre tiene aún la patria potestad. Pero ¡quien ve la carita de felicidad de la pequeña al venir de la mano de Mario, halla la razón inmediata de la adopción!”, alude la directora.
Al porqué de no proceder todavía, nos acerca Mairelis Galá Galá, jefa del departamento de Familia y Asuntos Jurisdiccionales, en la Fiscalía Provincial.
“La menor entró al Hogar en noviembre de 2018. Radicamos el expediente, para demostrar el cumplimiento o no de las obligaciones de su representante legal, el 22 de octubre de 2019, pues desde inicios de este año no tiene vínculo con ella. Tenemos 30 días hábiles para investigar más y realizar la demanda al Tribunal, lo cual la privaría de la patria potestad, e iniciarían el proceso para adoptarla”.
Causas de menores sin amparo familiar (2011 – 2019)
Abandonados 5
Huérfanos 2
Padres reclusos 12
Sin vivienda 1
Abandonaron el país 1
Otros motivos 2
Privados de la patria potestad 10
En adopción 2
Egresados 15
Puentes, para finales felices
Si bien la adopción es considerada una bondad de nuestro sistema social, al ser gratuita y prevalecer el interés superior por el menor (atípico en otras sociedades), la situación en torno a los niños hace el proceso más largo.
Vivir en un Hogar de menores sin Amparo familiar no es la única vía para adoptar un niño. En los nueve años de creada la provincia, han contratado unos 30 procesos de adopción de niños, en bufetes colectivos de los 11 municipios, reveló Belkis Mesa Díaz, subdirectora provincial de Técnica y Superación en esa institución.
“Son menores que no llegaron a estar sin amparo familiar. Recuerdo a dos pequeños huérfanos de madre, y la esposa del padre decidió adoptarlos, incluso con cambio de apellidos.
“San Cristóbal es el municipio con más casos tramitados (siete), y le sigue Guanajay (cinco). En cambio, los de menos contratos son Bahía Honda (ninguno) y Alquízar (uno)”, detalla mientras infiere que aún se aprecia como un tabú social.
Algunos niños no tienen padres por destinos inciertos. Y algunas parejas no tienen hijos por diferentes motivos. Un puente entre ambos sería el final feliz.
Crecer siendo amados y ser padres constituyen privilegios, más allá de los lazos consanguíneos. Sentir la sonrisa de un niño sin tantos paripés ni demasiados intentos, es la gloria. Si entre todos unimos sensibilidades y legalidad oportunas, habrá mayores posibilidades de crear familias: esas que hay muchas maneras de construir.