Hace poco, entre el verde reinante en Las Terrazas hallé una parte importante de mi boceto de gran mujer, ese que incluye a mis abuelas, a Melba, Haydee y Celia. Con su semblante firme, pero dulce, riendo feliz pese a las viejas penas reflejadas en el rostro, estaba Adys, la flor pálida de Polo Montañez, tomando café.
Esa complejidad en su persona era como un secreto, un tesoro escondido que nos hacía salir corriendo a por él. Todo en ella develaba misterio, hasta su lento hacer. Cuando me acerqué a “la flor pálida”, ya sabía de antemano por qué el Trilce de Vallejo la perseguía; eran sus ganas desmesuradas de hacer cosas de bien, a pesar del dolor de terribles pérdidas.
Catalina Adys García Álvarez, de 64 años, la viuda de nuestro bienamado Polo Montañez, no era solo especial por las canciones que inspiró a nuestro Guajiro Natural; era más que aquello y lo acababa de encontrar.
Al parecer, ese día vi a Adys con los mismos ojos con que Polo la vio un día, para encontrar destellos de grandeza.
Mujer calma, mujer tormenta, me atormentaba su composición: sencilla entrega de las almas grandes.
“Te voy a contar aunque me persiga la mezcla de gratos recuerdos e incalculable dolor”. Y me dijo: “la vida con Polo era diferente, como con otros tonos, siempre alegre; ese hombre no se enojaba por nada, y no sé cómo lo hacía, romántico a más no dar.
Flor pálida... la canción
“La primera vez que escuché Flor pálida fue al pie de mi cama, guitarra en mano y sonrisa en los labios. Quedé atrapada en esa dulce melodía hipnótica y sedante que no me permitía quitarle los ojos de encima mientras cantaba.
“Cuentista, de esas personas que desbordan pura energía positiva en cientos de colores brillantes, todos lo rodeaban como si fuera un imán. Aquello había que verlo”.
“Hallé una flor un día en el camino, que apareció marchita y deshojada, ya casi pálida ahogada en un suspiro… Nunca lo voy a olvidar. Él describe exactamente cómo era yo cuando me conoció”, cuenta Adys.
“Había terminado una relación difícil, de muchos años, y estaba deshecha. Sus primeras palabras cuando me enamoró fueron: ‘Yo te voy a enseñar que la vida no es solo esto’. Y fue verdad, porque me convirtió en una mujer muy feliz.
“En el accidente murió Polo, también Mirel, el más pequeño de mis dos hijos con mi anterior esposo… y la mitad de mi vida y mi alegría. He perdido parte de mi brillo, pero la otra mitad la relleno con el recuerdo imborrable que me dejaron; así vivo.
“Desde aquel fatídico noviembre de 2002, hace 17 años, Adys no fue nunca más la misma: volví a ser la flor marchita, casi pálida, ahogada en un suspiro”.
En verdad no esperé esa declaración, porque tampoco iba a preguntar ni lo más mínimo relacionado con el tema. Se me clavaron los ojos al suelo. Entonces, me dijo: “no pasa nada, niñita. Hay pruebas de la vida, retos de inmensurable medida; solo hay que ser fuerte y muy valiente”.