Familia, ejemplo, confianza y reivindicación son palabras clave en la vida de Dania Rivero, trabajadora social del municipio Artemisa. Aunque nació en Melena del Sur, en la actual provincia de Mayabeque, lleva una década en la Villa Roja, dedicada por entero a una labor comunitaria poco difundida en los últimos tiempos.
Los años transcurridos desde la creación de este destacamento de jóvenes en todo el país, no borraron en ella el recuerdo de Fidel y su fe en los trabajadores sociales, al encomendarles las más disímiles y complejas misiones.
“Mi trabajo más hermoso en los inicios fue en la prisión Melena 2, centro reformatorio para adolescentes y jóvenes. Muchos me llamaban ‘madrina’ y me pedían ayuda para estudiar. Conocí sus historias, cómo provenían de familias disfuncionales o de hogares de niños sin amparo familiar”.
Tal vez en aquella época dichosa para ella, entendió la naturaleza de ser mensajera de paz y esperanza, y sintió que su labor educativa, comenzada en un círculo infantil, apenas daba sus primeros pasos.
Tiempo después llegó una nueva tarea del Comandante en Jefe: controlar el combustible en pistas de Palma Soriano, Santiago de Cuba. Allí era la coordinadora de un gran grupo de jóvenes de varias provincias, a los que intentó inculcar la responsabilidad de aquella empresa, sin perder la alegría propia de la edad.
Cambiar los medios de cocción de alimentos en toda Cuba, otra idea de Fidel, ocupó a Dania nuevamente. “Participé en la distribución de los equipos correspondientes a la Revolución Energética en La Habana, donde las personas nos acogían con cariño y respetaban nuestro trabajo”.
Los azares de la vida la trajeron hasta Artemisa en 2009.
“Al principio me resultó un poco difícil; no conocía las direcciones, pero conquisté amistad y confianza de los vecinos de las circunscripciones 44 y 45, del consejo popular Centro”.
En su andar por las calles atiende a enfermos, encamados, niños con dificultades educativas, y visita los hogares de alumnos de la ESBU Manuel Valdés, en trabajo preventivo con los adolescentes. “Me preocupo de que no falten a clases, y tramito las necesidades económicas y de vivienda del núcleo familiar”. Así confiesa encontrar la plenitud: “cuando ayudo a las personas y los siento satisfechos”.
Para llegar mejor a quienes lo necesitan, primero realizan un diagnóstico de las características de la zona, de sus pobladores y principales conflictos; luego, ¡a tocarles la puerta, conversar, acompañarlos, amarlos!
Una vida semejante está llena de huellas hermosas, como la de una niña huérfana de madre, que Dania acoge en su casa, y a la cual ayuda a forrar libros y hacer tareas, entre otros menesteres.
El propio diagnóstico les permite conocer quiénes requieren los servicios del Sistema de Atención a la Familia (urgido de más apoyo gubernamental, a juicio de Ddania-rivero-el-comandante-confio-en-nosotrosania) o la permanencia en la Casa de Abuelos, en el caso de Silvestre Martínez, pues vive solo y, tanto como la comida, ansía ternura.
Esta artemiseña adoptiva reconoce que le gusta del pueblo “la familia que he logrado formar en mi colectivo y en mi radio de acción. Intento mostrarme como líder y ejemplo para los más nuevos”.
Cientos de trabajadores sociales enrumbaron el camino tras títulos de licenciatura en Derecho o Estudios Socioculturales, entre otras disciplinas. Otros continuaron en el mismo propósito, ahora subordinados a las direcciones de Trabajo en los territorios; mas, la génesis radica allá, por el 2000: entonces los ojos de Cuba estaban en su dignidad. “Aquí seguimos, y jugamos todavía un rol importante en la sociedad. Si el Comandante confió en nosotros, podemos regresar con fuerza y hacernos sentir”.