Desde su finca Los sementales, en Candelaria, se divisa el lomerío de Soroa, encantador paraje en la Sierra del Rosario, primera Reserva de la Biosfera en Cuba.
Su rostro juvenil le resta complejidad a las duras faenas del día a día, y el bronceado de la piel nos habla de su permanente presencia en cada una de las labores.
Yohandy González Cárdena, es uno de los 17 mil 837 anapistas del territorio. Cuenta con 40.26 hectáreas (tres caballerías), otorgadas en calidad de usufructo, bajo el amparo de los decretos leyes 259 y 300.
En predios de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Caridad Díaz, hace realidad sus sueños este guajiro moderno, descendiente de pequeños agricultores.
A través de un camino carente de asfalto llegamos a la finca, sin embargo, la limpieza campeaba en el lugar.
“¿Usted ve todo esto?”, señala con un dedo: “hace once años, no era más que marabú y piedras”…
Un silencio sin interrupciones le permite recorrer el área con la mirada, como intentando acercarnos a una realidad muy distinta a la que estamos observando.
“Sabía que lo que me proponía era difícil pero no imposible, así que le metí el pecho y en menos tiempo de lo esperado ya tenía todo esto listo para comenzar a construir los cuartones.
Era mi idea empezar a trabajar genéticamente con los animales para obtener razas puras, y de hecho, actualmente soy criador racial”, afirma mientras avanza al pequeño potrero donde tiene unos 15 caballos, hermosos ejemplares de perfecta complexión.
Yohandy confiesa que siempre visualizó su futuro ligado al duro trabajo de hacer producir la tierra.
“Si es cierto lo que dicen que de tanto desear algo se te da, pues entonces lo mío ocurrió de esa manera”, relata y una sonrisa entrecortada se asoma.
Hoy cuenta su finca con un lote bien variado: más de 1500 cerdos en cuatro corrales y 31 cuartones, naves para el cuidado de unos 120 carneros, caballos, potros de muy buena raza, novillos, vacas y unas 200 aves domésticas que adornan los alrededores con su colorido plumaje.
También tiene su pedacito para la producción del alimento animal: principalmente caña, kingras y yuca, con este último cultivo elabora un yogurt muy económico que emplea para balancear la dieta de los animales.
“El amor a lo que hago no me convierte en un joven diferente. Me gusta vestir a la moda, vacacionar con mi familia en un lindo lugar, disfrutar de buena música…
Si en algo me siento distinto a muchos de mi edad, es porque no soporto perder el tiempo. Cuando me propongo algo no hay nada que me distraiga hasta tanto lo logre”.
He tenido momentos muy difíciles en la finca, como en aquella ocasión en que perdí casi todos los cerdos producto a una enfermedad. Cualquier otro en mi lugar hubiese renunciado a todo, pero yo me repuse y lejos de lamentarme multipliqué la producción”.
Evito estar molesto, sobre todo conmigo mismo. Mi trabajo lo hago con mucha disposición y seriedad. Creo que emprender la jornada con mente positiva contagia a los trabajadores”.
Tengo una esposa comprensiva que me ayuda a conseguir mis metas. Ella me acompaña y apoya en todas las decisiones complejas. También soy padre de dos hijos que son mi gran alegría”, comenta y por vez primera se define la sonrisa que tantas veces, sin lograrlo, intentó en el transcurso del diálogo.
Las horas transcurren entre preguntas, respuestas y recorridos por la finca, todo es hermoso ante mis ojos, y a lo lejos las montañas parecen elevarse, sencillamente mágico…sé que mi entrevistado tiene sus dos pies muy puestos en tierra firme, pero lo veo allá, muy alto, cerquita del cielo, como tomando las riendas de sus propios sueños.