A los 14 años, para cuidar a su bebé de tres meses, Carina divide el tiempo entre las clases de secundaria y… calentar pomos de leche, hervir pañales, aprender a hacer puré, adivinar por qué llora el niño, conocer qué puede comer, cómo cargarlo bien, bañarlo en horario y hasta convencer a su hermana para que se lo duerma, porque, para eso, todavía no tiene paciencia.
Quedó embarazada a los 13 años. De ahí en adelante su vida dio un giro hacia responsabilidades que no imaginaba. En lugar de salir con amigas, ahora debe dedicarse a cuidar a su pequeño hijo, mientras continúa estudios.
Por fortuna, Carina cuenta con el apoyo de sus padres y hermana, pero al bebé le ha dejado un padre ausente. Aun así, no todas las adolescentes corren con la misma suerte.
Por fortuna, Carina cuenta con el apoyo de sus padres y hermana, pero al bebé le ha dejado un padre ausente. Aun así, no todas las adolescentes corren con la misma suerte.
Los riesgos en la salud y la vida de la madre y del bebé son los aspectos más preocupantes en los embarazos de adolescentes, pues el embarazo en la adolescencia está asociado con un mayor índice de morbilidad y mortalidad, tanto para la madre como para el bebé.
Según el Anuario Estadístico de Salud de 2016, la tasa de fecundidad en menores de 20 años asciende a 51,6 por cada mil mujeres de ese grupo de edad, más del 15% de la fecundidad total del país, pese a la voluntad política de priorizar la salud y la educación sexual y reproductiva de adolescentes y jóvenes, en aras de prevenir embarazos no planeados a edades tempranas.
Así pues, el embarazo adolescente y la maternidad temprana continúan siendo un gran desafío.
Entre los lamentables resultados de embarazos en la adolescencia se apuntan, en 2016, los 377 nacimientos de madres menores de 15 años, y 16 725 de aquellas entre 15 y 19, según el propio Anuario. Sucede en toda Cuba.
En 2017 nacieron 17 102 bebés de madres que no alcanzaban los 20 años. Pudiera parecer que no es mucho, pero los números y el problema han tomado una curva ascendente.
De acuerdo con Evelio Cabezas, presidente de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología, “en los últimos cinco años se reporta en el país un incremento importante en el número de embarazos en la adolescencia: en 2007 eran 43 por cada mil menores de 20 años, y en 2011 nacieron 57”.
En el libro 40 preguntas sobre sexo, la periodista Aloyma Ravelo señala que la edad media de iniciación sexual es de 14 años para los muchachos y de 15 para las muchachas, lo cual constituye un problema para los jóvenes, sus familias y los gobiernos.
“Para el cierre de octubre de 2018, en nuestra provincia Artemisa llegamos al 19%, cifra más común en años anteriores, con un aumento cuantioso, incluso sin tener constancia de las embarazadas que se interrumpen antes de captarlas”, explica el Doctor Pedro Alberto Beltrán, jefe del Programa Materno Infantil Provincial (PAMI) y especialista en Ginecología y Obstetricia.
“La mayoría de los casos se manifiestan entre los 12 y 15 años; es en secundaria donde tenemos más embarazadas, por increíble que parezca”.
¿Qué hacemos por ayudar?
Como explica el Doctor Félix Carreño, vicedirector de Asistencia Médica en la provincia, el organismo de la adolescente tiene unas necesidades para su propio desarrollo en las que puede interferir la gestación, con los consiguientes riesgos de malnutrición o retraso en el desarrollo óseo, entre otros.
En el Hogar Materno Adelaida Vidal, de Alquízar, como en el resto, se les brinda especial atención a las embarazadas adolescentes, por los posibles riesgos que trae consigo este proceso en edades tempranas.
Esther Rodríguez, de 16 años, lo confirma. “Llegué con amenaza de aborto, con el cuello del útero abierto. No obstante, a veces trataba de escaparme de la mirada de las seños para ir sola al patio, o para irme a ver el televisor sin ayuda de alguna de ellas, y era imposible: están al tanto de todo.
“Después de un buen regaño, entendí que lo hacen por mi bien y el de mi futuro hijo. Por eso les agradezco mucho. Sé que no tengo la responsabilidad necesaria, pero ya estoy en camino a ser madre; ahora debo velar no solo por mi salud. Estoy a punto de salir. Gracias al reposo y los buenos cuidados, ha dado resultado”, expresa feliz.
“A nivel psicológico, la adolescente se encuentra en una etapa de inmadurez, y acusa más el rechazo, siente vergüenza y sufre problemas de adaptación o de falta de apoyo emocional, pues por lo general no tiene pareja, o la relación no está consolidada”, argumenta Liudmila Pérez, psicóloga del policlínico Adrián Sansaricq, de Artemisa.
“Trazamos estrategias con el objetivo de disminuir el embarazo en la adolescencia y los casos de enfermedades de transmisión sexual. Comenzamos desde el equipo base, los médicos y enfermeras de los consultorios que apoyan fuertemente. Además, creamos los círculos de adolescentes.
“No faltan en ambos las charlas educativas sobre las complicaciones del embarazo en edades tempranas, los audiovisuales, spots, entregas de condones y plegables con mensajes instructivos. Tenemos a un psicólogo que conversa con ellos sobre el tema en sus escuelas, gracias al esfuerzo concatenado entre Salud Pública y el Ministerio de Educación”, acota Mariluz Roques, funcionaria del Departamento Provincial de Promoción y Prevención de Salud.
Abandonar la niñez antes de tiempo y tomar responsabilidades tan grandes a edades tempranas, entraña una violación de etapas que puede influir en la crianza y educación de sus hijos. La vida ofrece oportunidades que debemos aprovechar. Todo tiene su hora. Es necesario juntar empeños para llegar a la meta fijada en la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes. Pero, más allá de cifras y porcientos, el embarazo adolescente nunca debe significar una vida truncada, un trauma, una muñeca rota.